“En agosto, cuando los talibanes tomaron el país y el gobierno de Afganistán estaba rodeado, la pesadilla se convirtió en realidad. Fue muy traumatizante para mí ver cómo todo lo que había vivido en mi niñez se repetía de nuevo”, relató la excapitana de la selección de fútbol del país, Khalida Popal.
Madrid, 23 sep (EFE).- Afganistán está volviendo a vivir «la pesadilla» del régimen de los talibanes, después de que este grupo volviera a tomar el control del país a mediados de agosto, una situación que relega a las mujeres «a la oscuridad», según la excapitana de la selección de fútbol del país, Khalida Popal.
«En agosto, cuando los talibanes tomaron el país y el gobierno de Afganistán estaba rodeado, la pesadilla se convirtió en realidad. Fue muy traumatizante para mí ver cómo todo lo que había vivido en mi niñez se repetía de nuevo», relató Popal durante su intervención en el foro ‘World Football Summit’ en Madrid.
La futbolista, que fue capitana de la primera selección femenina de fútbol en la historia de su país y reside desde hace varios años en Dinamarca, donde dirige la organización ‘Girl Power’, relató en el foro que tiene lugar en estadio Wanda Metropolitano sus sensaciones al conocer la victoria de los talibanes, que el pasado 15 de agosto retomaron el poder por las armas 20 años después, y el impacto que ello ha tenido en las jugadoras del país.
«Recibí mensajes de jóvenes llorando desesperadas y pidiendo ayuda, protección, preguntando qué iba a pasar, por qué ese castigo, por qué habíamos sido abandonada. ¿Podríamos volver a jugar al fútbol, volver a ver un campo? Comencé a pensar en sus ilusiones, y que les habían quitado el fútbol», expresó.
«El propósito de la selección femenina de fútbol de Afganistán es poder levantar nuestras voces contra una cultura, una ideología que dice que la mujer no puede participar en la sociedad, que no tiene derechos. Los talibanes son nuestros enemigos, y ahora mis jugadoras dicen: ‘nuestros enemigos están ahí, los podemos ver por la ventana, ayúdame porque no puedo salir de mi habitación, no puedo salir de esta oscuridad’», relató.
Popal explicó que con el apoyo del sindicato mundial de futbolistas Fifpro pudo organizar un grupo de trabajo con el que sacar a las jugadoras de la selección nacional fuera del país. «La primera organización en ayudarnos no fue FIFA, desafortunadamente, sino Fifpro, y ni siquiera somos miembro de Fifpro», apuntó.
Con su ayuda, la exjugadora y activista pudo organizar la salida de 85 jugadoras, que recalaron en Australia. «Pero han dejado a sus familias atrás, tienen 16, 17 años y no saben otra cosa que jugar al fútbol», recalcó.
El fútbol como denuncia y bálsamo
No es la primera vez que Khalida Popal se encuentra en su vida con el régimen talibán. Durante su intervención en este foro en Madrid, la exjugadora afgana relató que en el inicio de la primera etapa de este grupo al frente de Afganistán, en 1996, ella tenía 8 años, y tuvo que salir con su familia hacia Pakistán como refugiados.
«En 2002 volvimos a Afganistán, con muchos sueños porque nuestro país había sido liberado de los talibanes, la comunidad internacional estaba ahí, había muchos discursos sobre proteger los derechos de las mujeres y muchas esperanzas. Empecé a jugar al fútbol porque quería contribuir a la sociedad y ser visible en una sociedad que había olvidado a la mitad de su población», declaró.
El fútbol se convirtió en una vía para cambiar «la mentalidad que los talibanes habían impuesto en la sociedad, el lavado de cerebro», explicó la jugadora, que en 2007 fue la capitana del primer partido internacional de la selección femenina de fútbol de su país.
«Nada es más bonito que llevar la camiseta de tu selección, después de una guerra de tantos años, peleando con todos, para decir que era nuestro derecho y que no hay nada de malo en jugar al fútbol, y finalmente lo conseguimos», expresó Popal, que fue también la primera mujer que trabajó en la Federación de Fútbol de Afganistán.
No obstante, y pese al desarrollo del fútbol femenino en su país, años después las amenazas la llevaron a tener que abandonar el país afgano. «Acabé en Dinamarca, en el centro de asilo fui testigo de que mucha gente sufría depresión, muchas mujeres pensaban en suicidarse (…) Usé el poder del fútbol en los centros de refugiados para ayudar a la gente a superar la depresión», explicó.
Ya con permiso de residencia en Dinamarca, Popal relató cómo desde su organización Girl Power siguió prestando apoyo a la selección afgana en cuanto a recursos, y también con los casos de abusos sexuales a jugadoras de la selección por el expresidente de la Federación, Keramuddin Keram, que fue suspendido por FIFA en 2018.
«Las mujeres alzaron su voz, hablaron de cambiar la cultura en Afganistán, eso empezó en el fútbol», resumió Popal, que reclamó ante la situación actual a todos los presentes en el foro, con asistentes de forma presencial y virtual que «alcen la voz» para renunciar la injusticia y el abuso de poder. «Si los gobiernos no toman iniciativas para mejorar la vida de la gente, tenemos que plantear preguntas», concluyó.