Maduro se vale de los efectos de la pandemia para escalar en su despropósito de reventar tanto a la ULA como al el sistema universitario nacional.
La Universidad de Los Andes, la venerable ULA, ha tenido que “celebrar” su aniversario en las peores circunstancias desde su fundación el 29 de marzo de 1785. Una alambrada de púas se ha tendido en sus predios para acosarla desde todos los flancos, especialmente desde el presupuestario, mecanismo que utilizan para ahogar a otras casas de estudios como lo hemos reseñado en las crónicas anteriores. Lo que se busca de la forma más ruin es reducir su crecimiento, mediante el control y la represión que termina asfixiando a los integrantes de la comunidad universitaria, haciendo gravoso el desenvolvimiento hasta llegar a paralizar sus actividades.
Ahora bien, este proceso de control y sometimiento no es nuevo, sino que llegó con Hugo Chávez, quien demostró en los hechos su animadversión con el principio de autonomía universitaria, por eso su terquedad en implantar un modelo paralelo que hiciera contrapeso con el que dio lugar a las universidades autónomas, libres y universales.
Chávez, con apoyo financiero desorbitante, se propuso la creación de redes paralelas con rango universitario. Así se las ingenió para instalar universidades y misiones, como la Sucre, para “competir” en la oferta y la demanda de la matricula estudiantil y para vender una educación socialista de calidad comprometida con la revolución bolivariana, camuflando su propaganda.
A la vez, se avanzaba con la creación del Ministerio de Educación Superior y el control de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), poniéndole mas énfasis a su embestida con el rencor con que asimilaban la derrota infringida en el referéndum Constitucional del 2 de diciembre de 2007, revés que según Chávez era en buena medida consecuencia de la protagónica participación del movimiento estudiantil universitario. Por eso, entre otras motivaciones, el régimen la declaró como enemiga de la revolución, apretando el paso para su control y cerco económico. La universidad venezolana tiene ya casi más de 15 años, en el marco de este régimen, batallando por un presupuesto justo que rompa de una vez por todas los déficit acumulados desde hace tanto tiempo.
Maduro y la asfixia a la Universidad
Nicolás Maduro desde su llegada fraudulenta a la presidencia del país en el 2013 no ha parado en el propósito de destruir la universidad pública, autónoma y libre. Maduro se vale oprobiosamente de los efectos de la pandemia para escalar en su despropósito de reventar el sistema universitario nacional.
Veamos la situación económica de los docentes que trabajan para la ULA: los sueldos van desde un instructor que devenga 3 dólares, los asistentes con un ingreso de 6 dólares, los agregados 8 dólares, los asociados 10 dólares y los profesores titulares 12 dólares mensuales. Por eso, al igual con los relatos que hemos insertado en estas crónicas sobre otras casas de estudios, muchos académicos han emigrado.
Eso acarrea que los trabajos de investigación y de postgrados se vean disminuidos o paralizados en la ULA en un 70 %. Está el caso patético de la Facultad de Ciencias que ha sido distinguida y prestigiada internacionalmente por su nivel de excelencia en investigaciones y destacados estudios de laboratorios. Hoy está prácticamente clausurada.
Se han perdido cultivos biológicos. Procesos de investigaciones en química. El laboratorio de Física cerrado. Unos de los laboratorios en biología, ganador de varios premios nacionales e internacionales por sus investigaciones sobre los vectores del mal de Chagas, paludismo y enfermedades tropicales totalmente cerrado y todos sus materiales y cultivos perdidos. Es un daño patrimonial científico de incalculable valor y mas de 100 años de investigación al borde del precipicio. Esto es doloroso.
La Facultad de Ciencias se encuentra ubicada en el núcleo de la Hechicera a 2000 metros sobre el nivel del mar. Allí están también las Facultades de Ingeniería y Arquitectura totalmente cerradas por la pandemia. Hay carreras para las que no se cuentan con profesores que dicten las materias correspondientes. Eso demuestra que no habido reemplazo generacional desde el 2008. Más de 10 años sin incorporar nuevos profesores en algunas Facultades como la de Salud, por ejemplo: medicina, nutrición, enfermería, farmacia y bioanálisis, entre otras. La Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas hoy cuenta con un déficit del 60 % de profesores. Está prácticamente cerrada.
El profesor Gerard Páez Monzón, doctor afiliado a la facultad de ingeniería de la ULA, dejó correr por las redes un menaje de voz que escuché con emoción e interés. Hablaba el catedrático Páez Monzón de “La Universidad Emergente 2021”. Hacía un análisis de los daños ocasionados por el virus del chavomadurismo a esa casa de estudios, así como a toda la red de instituciones superiores del país.
Señalaba que las jornadas comunitarias a manera de pasantías y actividades especiales cumplidas por los estudiantes en tiempos de pandemia, no han sido reconocidas, porque no se les tramitan los créditos académicos correspondientes para oficializar esas tareas.
El profesor Páez Monzón, destaca esas jornadas como una manera de mantener viva la ULA, mientras el régimen se empecina en castrarle su funcionamiento. Denunciaba el férreo control policiaco que se aplica para amedrentar al profesorado, que no se rinde, y que más bien se ha impuesto la misión de seguir adelante con sus obligaciones.
Relataba el profesor Páez Monzón que en la Facultad de ingeniería de la ULA, la doctora Beatriz Sandia ha venido motivando desde el año 2007 un escenario de innovación con estrategias novedosas universitarias. Ha buscado cambiar el ambiente del salón de clases, a donde el profesor ya no entra con el libro a explicar un capítulo del texto, sino que ingresa al aula con una idea de producto relacionado con el programa de estudios, todo con la finalidad de despertar la mente creadora del universitario.
“Reproducir un ambiente de innovación en el salón de clases. Mediante la estrategia RAIS”, comenta orgulloso el profesor Páez Monzón, al inventariar que 350 productos por semestre ha sido una primera cosecha, porque se venía constituyendo un arsenal de talento humano con más de 150 profesores RAIS y centenares de estudiantes involucrados con el plan RAIS. Se impulsaban unas tutorías y talleres RAIS para entrenar a profesores y alumnos en dos días, donde se utilizaba una plataforma tecnológica para apuntalar sus ideas y luego incursionar en el mercado con sus productos. El diseño gráfico, la arquitectura, la nanotecnología, son también tareas ejercitadas por la comunidad de la ULA.
La Facultad de Ciencias Económicas y Sociales junto a la Facultad de Humanidades y Educación, son las que más están llevando adelante su formación virtual, pero con muchas dificultades por el servicio de internet y también de electricidad.
La primera vez que visité la ciudad de Mérida fue inolvidable para mí. Recuerdo que me alojé en la casa de Héctor Alonso López como uno más de la familia que encabezaban el profesor y exgobernador del estado, Gustavo Amador López, y doña Hilda. Cuando salíamos a la Avenida 2 Lora, desde la acera de la casa 31-45, ubicada muy cerca del hospital viejo merideño, veíamos, impresionados, el río humano de jóvenes, en su mayoría estudiantes de la ULA y con una presencia muy marcada de muchachos de todas las regiones del país, que se desplazaban en ambas direcciones por las vías de la ciudad. Para el 2015 la matrícula de ULA era de 65000 estudiantes y al día de hoy solo alcanza el 20 % de esa cifra que representan entre 13000 y 14000 estudiantes.
El profesor Gerard Páez Monzón, doctor afiliado a la facultad de ingeniería de la ULA, dejó correr por las redes un menaje de voz que escuché con emoción e interés. Hablaba el catedrático Páez Monzón de “La Universidad Emergente 2021”. Hacía un análisis de los daños ocasionados por el virus del chavomadurismo a esa casa de estudios, así como a toda la red de instituciones superiores del país.
Señalaba que las jornadas comunitarias a manera de pasantías y actividades especiales cumplidas por los estudiantes en tiempos de pandemia, no han sido reconocidas, porque no se les tramitan los créditos académicos correspondientes para oficializar esas tareas.
El profesor Páez Monzón, destaca esas jornadas como una manera de mantener viva la ULA, mientras el régimen se empecina en castrarle su funcionamiento. Denunciaba el férreo control policiaco que se aplica para amedrentar al profesorado, que no se rinde, y que más bien se ha impuesto la misión de seguir adelante con sus obligaciones.
Relataba el profesor Páez Monzón que en la Facultad de ingeniería de la ULA, la doctora Beatriz Sandia ha venido motivando desde el año 2007 un escenario de innovación con estrategias novedosas universitarias. Ha buscado cambiar el ambiente del salón de clases, a donde el profesor ya no entra con el libro a explicar un capítulo del texto, sino que ingresa al aula con una idea de producto relacionado con el programa de estudios, todo con la finalidad de despertar la mente creadora del universitario.
“Reproducir un ambiente de innovación en el salón de clases. Mediante la estrategia RAIS”, comenta orgulloso el profesor Páez Monzón, al inventariar que 350 productos por semestre ha sido una primera cosecha, porque se venía constituyendo un arsenal de talento humano con más de 150 profesores RAIS y centenares de estudiantes involucrados con el plan RAIS. Se impulsaban unas tutorías y talleres RAIS para entrenar a profesores y alumnos en dos días, donde se utilizaba una plataforma tecnológica para apuntalar sus ideas y luego incursionar en el mercado con sus productos. El diseño gráfico, la arquitectura, la nanotecnología, son también tareas ejercitadas por la comunidad de la ULA.
El proceso de descarbonización que se vislumbra en el mundo y que apunta a la creación de energías alternas, menos agresivas contra el ambiente, ya bastante agredido por los combustibles fósiles, da lugar a motivar los emprendimientos que planifiquen la generación de recursos eólicos y solares, y que la universidad sea un centro para inventar, crear, producir herramientas para solucionar problemas y satisfacer necesidades. La digitalización de las sociedades y las relaciones multilaterales son hechos ciertos que no pueden estar al margen de centros de excelencias como la ULA.
Lo doloroso es que departamentos que contaban con el lujo de 17 doctores con todas las de la ley, hoy apenas cuentan con dos. Eso ocurre en todos los claustros universitarios del país. Los espacios para el deporte y la cultura presentan un paisaje desolador. La vida social es imposible, ni las residencias estudiantiles han escapado a esta razia de odio, incapacidad e indolencia.
Enterándome de este colapso me pregunto: ¿qué sentirán los iconos de esa casa grande de tantos sueños como los que quiso plasmar en realidades Pedro Rincón Gutiérrez? o ¿qué sentimientos sacudirán hoy los espíritus de Diego Dávila Spinetti, y qué reflexiones hará en silencio ese apóstol del servicio médico que se negaba a ver a sus pacientes como clientes sino como seres humanos y que lo dio todo por la ULA que le abrió sus pampas como si fuera su natal Argentina? Hoy, recordando a célebres profesores como Jesús Alfonso Osuna Ceballos, a quien le rindo este sencillo homenaje desde mi exilio, esperando que mujeres valiosas como Edda Samudio y Jueida Askool sigan escribiendo la historia de esa universidad, porque lo que corresponde es gritarle al país que la lucha por la libertad de Venezuela es requisito fundamental para resguardar la autonomía universitaria, y que todas las acciones deben enfilarse para reconstruir la nueva esfera de vida universitaria: la Universidad emergente de Los Andes 2021.
Antonio Ledezma –