La deuda odiosa es la deuda externa contraída por un régimen espurio con el objetivo de ser utilizada en contra de los intereses supremos de la nación
La deuda de Venezuela con la China Popular se calcula en USD$62.200’000.000,oo. Y fue adquirida por Venezuela entre los años 2005 y 2016, según datos del informe anual del centro de estudios Diálogo Interamericano. El otrora país más rico de la región con las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo, terminó mendigando créditos por el mundo, a banqueros que ya no ven la riqueza en recursos naturales de Venezuela, como una garantía real.
Al momento de la llegada al poder de Hugo Chávez Frías, la calificación de riesgo crediticio que le otorgaba Fitch Ratings a Venezuela era de –BB con perspectiva negativa. Al momento de su muerte, en diciembre del 2012, había bajado a +B con perspectiva negativa. Durante todo el mandato de Chávez Frías la calificación de Venezuela siempre bajó, a pesar de los altos precios que alcanzó el barril de crudo que llegó a estar en el año 2003 en USD $140,73.
El permanente deterioro en las condiciones de la gobernanza en Venezuela que, fue la cosecuencia lógica del marcado deterioro en la fortaleza institucional, de la vorágine de corrupción, de la falta de estabilidad del régimen que mutó de una democracia liberal a una dictadura de corte comunista, de la ausencia de los derechos políticos y de las libertades civiles, del final del Estado de Derecho, del deterioro de la eficiencia y calidad regulatoria y de la falta de sanidad en las finanzas públicas; llevó a que la calificación de Venezuela llegara en el año 2018 al nivel de RD (el emisor ha experimentado un «incumplimiento restringido» o un incumplimiento de pago no subsanado de un bono, préstamo u otra obligación financiera material). En la actualidad la calificación es WD porque la dictadura dejó de aportar los datos necesarios para que la calificadora de riesgo pueda realizar la calificación.
En el año 2008, Ecuador llegó a tener la calificación de RD justo después que Rafael Correa (hoy prófugo de la justicia) declaró la deuda odiosa del Ecuador. Para él, la deuda que había contraído su país durante los gobiernos anteriores, era una deuda ilegítima, odiosa e inconstitucional que obligaba a destinar más del 50 % de los recursos económicos del Estado a pagar la deuda. Por lo tanto, la iba a dejar de pagar. Lo mismo ocurrió con la deuda de Irak que fue contraida durante la dictadura de Sadam Huseín que fue declarada deuda odiosa por la administración temporal de Irak tras la caída de Huseín.
La deuda odiosa es la deuda externa contraída por un régimen espurio con el objetivo de ser utilizada en contra de los intereses supremos de la nación, y no para suplir las necesidades de la población, por lo tanto, no debe ser pagada por tratarse de una deuda que fue contraida por la voluntad del gobernante, sin tener en cuenta las necesidades y los intereses de la población. Es decir, fue una deuda contratada por un gobierno ilegitimo y gastada con propósitos “personales”.
En el caso de Venezuela, por ejemplo, los serios cuestionamientos sobre los resultados electorales y las maniobras anti democráticas que se llevaron a cabo desde el gobierno de Hugo Chávez generan enormes interrogantes sobre la legitimidad de los gobiernos de Chavez y Maduro. Al igual que esa deuda se utilizó para llenar las arcas de los miembros de la camarilla de Miraflores y para crear una estructura de represión militar que los ayudara a perpetuarse en el poder. Eso sin contar con el enorme porcentaje de esa deuda que fue destinada a pagar campañas políticas de partidos de izquierda en América Latina y Europa, y para financiar a otros gobiernos sumidos en la absoluta miseria.
La China Popular, Irán y Rusia temen que tras la caída de la tiranía de Nicolás Maduro sean declarados, los enormes empréstitos que le otorgaron a Venezuela, como deuda odiosa. Tal vez por eso, son los únicos de la comunidad internacional que siguen apoyando la permanencia de la dictadura en el poder. El nuevo gobierno que llegue, va a tener la dificil tarea de sacar a la economía venezolana de la quiebra y no va a contar con recursos para nada diferente a revitalizar el aparato productivo arrasado por el socialismo. Los nuevos capitales que lleguen una vez se reimplante la democracia, lo harán con intenciones productivas concretas y no para pagar las deudas contraidas por la dictadura satélite de La Habana. Prestarle dinero a las dictaduras, tiene alto riesgo de impago.