El pasado 5 de abril, escribí un artículo titulado “Lula promueve un golpe de Estado en Brasil”, mediante el cual denuncié que el ex presidente Lula da Silva estaba movilizando a sus aliados del Foro de Sao Paulo para desestabilizar al gobierno del Brasil.
Un mes más tarde, con la nueva información disponible, puedo asegurar que, en efecto, existe una conspiración del más alto nivel para derrocar a Bolsonaro. El pasado 28 de abril, según informó el diario O Globo, se conformó un grupo ex ministros pertenecientes a los gobiernos anteriores a Bolsonaro, quienes coincidieron en afirmar que la actual política exterior de Itamaraty es “irracional y sometida a Washington”.
A primera vista, llama la atención que personajes tan disímiles se hayan coordinado para atacar la política del actual canciller, Ernesto Araújo; pero luego de analizarse con mayor profundidad, se descubre que existen factores que unen a estos exministros.
En efecto, el líder del grupo es ex ministro de Hacienda, Rubens Ricupero, quien fue directivo de Odebrecht desde el año 2004 hasta el año 2018, durante el apogeo de la corrupción de esa empresa. Otro de los integrantes es el ex canciller Aloysio Nunes, acusado durante la Operación Lava-Jato por recibir sobornos y por sus nexos con la empresa de infraestructura Dersa. El excanciller Celso Amorim, no fue acusado de corrupción, pero defendió la inocencia de Lula pese a las numerosas pruebas en su contra, y fue uno de los artífices de la estrecha relación que mantuvo el gobierno brasileño con Hugo Chávez.
Este 1 de mayo, el fiscal general de Brasil, Augusto Aras, solicitó al gobierno de Bolsonaro suspender la salida de los representantes diplomáticos de Maduro, quienes contaban hasta el día siguiente para abandonar el país. Aras “recomendó” a la Cancillería revisar la orden de salida de los funcionarios chavistas debido «a la situación de los servicios de salud» en Venezuela y a otros aspectos «previstos en tratados y convenciones internacionales».
Es público y notorio que los “diplomáticos” de Maduro se han dedicado en diversos países a desestabilizar a los gobiernos no afines al chavismo, como lo denunciaron en su oportunidad los presidentes Iván Duque, Lenin Moreno, Sebastián Piñera y Jeanine Áñez; por lo cual, la pronta salida de estos funcionarios es un asunto de seguridad de Estado. Resulta sospechoso, por decir los menos, que el fiscal Augusto Aras los ampare justo en estos momentos.
Otro aspecto que llama la atención es el «timing» de la ofensiva contra Araújo y Bolsonaro. Se lleva a cabo precisamente cuando Nicolás Maduro está acorralado por la crisis humanitaria, la falta de gasolina, las acusaciones por narcoterrorismo y la presencia de una flota militar en el Caribe.
La situación actual de Maduro se asemeja mucho a la que vivió Hugo Chávez en los años 2002-2003, cuando se produjo la huelga general que afectó los suministros de gasolina. En esa oportunidad, Chávez pudo superar la crisis debido a la intervención del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso y del entonces canciller Celso Amorim, quienes rompieron la huelga, enviando gasolina desde el Brasil.
En la actualidad, el Foro de São Paulo quisiera repetir el mismo esquema, usando a Brasil como tabla de salvación para Maduro pero, como ahora gobierna Bolsonaro y no la izquierda, entonces les urge promover un golpe de Estado.
Lo cierto es que, como consecuencia de la caída de Maduro, surgirá abundante información que involucrará a todos los integrantes del Foro de São Paulo –incluyendo a Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, Cristina Kirchner y al propio Lula de Silva– con el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción y el fundamentalismo islámico.
Sin duda, se producirá un «efecto dominó» que hundirá al Foro de São Paulo y a sus aliados; de allí el interés de mover cielo y tierra para salvar a Maduro.
Autor : Julio Zapata es un columnista y escritor estadounidense.