Julio Cesar Arreaza. La patilla. 23/2/2020
La corporación criminal se maneja con la lógica del delincuente apoyado por las acrobacias discursivas de los falsos políticos que no representan a nadie y constituyen vulgares entes apaciguadores para su permanencia.
La dolarización que ha surgido de los hechos es consecuencia de la repudiablidad del bolívar, institución social destruida por el peor gobierno de la historia republicana, no tendrá alto vuelo y pasará como muchas otras falacias. Beneficia a un pequeño sector, incluido los lavadores, complacidos en vivir en una burbuja y para ello están dispuestos a normalizar la narcodictadura.
Las condiciones de vida que promueve el ecosistema criminal para beneficio de sus capitostes y de una pequeñísima burbuja están en contra de la libertad y la vida, dejando intactas las formas de vida criminal de los corruptos, malandros y saquedadores.
Denunciamos a los cómplices que permiten que el ecosistema criminal opere y funcione, aunque su futuro es claro: el colapso de la organización de vida criminal que premia al malandro y brinda impunidad ante el delito.
Condenamos la moral perversa que relativiza el bien y el mal en medio de un clima de institucionalidad corrupta y criminal.
La dolarización desordenada que vivimos es consecuencia del caos generado por la hiperinflación de 36 meses; llevamos 6 años de franca caída del aparato productivo, 35% cayó el 2019. La dolarización de hecho, asimétrica e injusta, es consecuencia de ausencia de política monetaria y fiscal, en un clima de absoluta falta de confianza.
La apertura de cuentas corrientes en dólares no significa ningún avance, se guardan en el banco en lugar del colchón; servirá únicamente para resolver el problema del vuelto, minimizando el volumen de múltiples pequeñas transacciones efectuadas en dólares en físico que triplica a la circulación de bolívares en el país. El régimen es responsable de la repudiabilidad del bolívar, en medio de una sequía de reservas con sólo 800 millones de dólares líquidas y disponibles.
El sector bancario ha reducido en un 88% su tamaño, maneja una cartera de 230 millones de dólares contra los 7,000 millones que manejaba antes. El peor gobierno de la historia republicana destruyó al bolívar como institución social, en 2018 le dio estocada cuando le eliminó 5 ceros y llegamos al clímax del proceso de anomia. Pagamos con 4 esquemas cambiarios, somos el único país en que el euro y el dólar tienen la misma paridad, compran lo mismo siendo el euro 1,10 veces más costoso que el dólar. El esperpento del Petro carece de cualidades dinerarias y genera inflación, porque su emisión desordenada conlleva a una emisión desordenada de bolívares. El usurpador devaluó 97.8% el bolívar, quedando solamente 3 puntos porcentuales de usabilidad del bolívar. La moneda no se puede devaluar más del 100%. Es imposible que exista estabilidad en una economía que ha destruido su signo monetario, eliminándole las cualidades de ser unidad de pago, patrón de medida contable y reserva de valor.
Es un axioma la necesidad de generar niveles de estabilidad de la moneda para garantizar la libertad y eficiencia de la sociedad.
9 de cada 10 familias venezolanas, no cuentan con recursos necesarios para subsistir. Hay un millón de pequeñitos sin sus padres en el país por el éxodo.
Me dijo el poeta: “Tanto dolor causado por este nivel de destrucción no lo he visto en países comunistas”. Cada persona que recibe dólares de los chavistas se convierte en su propiedad, verbigracia la mesita, factores del G-4 y el partido español Podemos. Qué decir de los seudoempresarios, mejor llamarlos mercachifles, ajenos a las penurias de la mayoría, que hablan de reactivar las casa de bolsas pensando solo en sus intereses pecuniarios y se convierten en el centro de la tragedia social que genera su colaboracionismo rapaz. Sus tiempos y los nuestros son distintos.
La impunidad de los corruptos es lo que impide la salida del régimen forajido usurpador. Hay que salir de ellos para sacar al régimen. No hay que ser tolerantes con los intolerantes de la libertad ajena.
La dolarización fáctica no expresa la salud de la economía sino al caos imperante. Abiertamente desordenado no se ha dado en lo laboral, al margen quedan los pensionados y los 6 millones de funcionarios con sus familias. La dolarización consecuencia del desastre por la muerte del bolívar trae mayor inequidad, injusticia y desigualdad a los que no tienen acceso a dólares. Defenestra perversamente a los pobres.
Atravesamos por una crisis humanitaria compleja y su origen es político. Por tanto, no hay punto medio. La única negociación valida es la salida del régimen usurpador.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!