Por Luis Manuel Aguana Actualizado Ene 4, 2020. http://es.panampost.com
Efectivamente, con los supuestos que el régimen se dio (y nos dio a los venezolanos) al anunciar el nacimiento del petro, ese experimento no habría llegado lejos. El régimen se planteó inicialmente ese mecanismo para evadir las sanciones impuestas por la comunidad internacional, tratando de imponer un mecanismo internacional de pagos petroleros que en ese momento era inviable aceptar para cualquier factor económico internacional. Pero como cualquier virus, el planteamiento del petro mutó. Cambió de escenario y objetivos. Se dieron cuenta de que era imposible tratar de comerse a la ballena de un solo mordisco y se lo replantearon.
Y allí radicó mi equivocación, pensar que eso se quedaría allí. Centré mi análisis en una fotografía, en otras palabras y, como dicen los economistas, ceteris paribus. Mi error fue en no centrar mi análisis en la película que se estaba comenzando a rodar. Dos años después, tenemos el cáncer dentro del país en plena capacidad operativa. Para eso, mis queridos amigos, el régimen requirió de tiempo para armarlo bien y desarrollarlo y, también como cualquier cáncer, creció. La oposición oficial le ha dado todo el tiempo del mundo para hacerlo y planea todavía darle aun más este nuevo año con el tiempo electoral. Bien dicen los médicos, “el cáncer es curable si se diagnostica a tiempo”. Y por supuesto, solo es curable si se trata a tiempo.
El experimento del petro, ahora nacional, es más ambicioso de lo que la gente cree. El régimen ha colocado en ese proyecto tres cosas fundamentales: a) la destrucción del sistema de pagos nacional y del bolívar como moneda; b) la neutralización de la hiperinflación que está socavando las bases de su sustentabilidad; y c) la transformación del país en un gigantesco laboratorio para ensayar algo que no se ha hecho nunca en el mundo: que una criptomoneda soberana sea la principal moneda de intercambio. Esto último crearía una distorsión económica de imprevisibles consecuencias, que comenzaría por hacer oficial a Venezuela como una lavadora gigantesca de dinero sucio, completamente fuera de los sistemas de control tradicionales de la banca internacional.
Al ser inviable el planteamiento original de hacer que la criptomoneda fuera aceptada internacionalmente, el régimen le dio un giro importante a su uso interno: “Tras una gira de preventa que, de acuerdo con información publicada por medios locales e internacionales, no tuvo el éxito esperado, el Estado venezolano comenzó a anunciar una serie de medidas con las cuales buscó legitimar y promover el uso del Petro dentro del país: en primera instancia, oficializa la moneda digital como medio de pago oficial y equipara los salarios mínimos con su valor asociado, y luego la exige como divisa por concepto de servicios dispensados por organismos públicos, tendencia a la que se han ido sumando algunos locales y negocios popularmente conocidos”.
Desde el punto de vista estrictamente técnico, el petro, a diferencia del resto de las criptomonedas, no se genera por minería. El régimen tiene completo control de su generación. Nadie “mina petros” como lo hacen los mineros del resto de las criptomonedas. Por supuesto, el régimen –y nadie más– tiene control de quién los gasta y cómo los gasta. Desde su arranque a principios de 2018, cuando utilizaban plataformas con algoritmos basados en cadenas de blockchain existentes (Ethereum, NEM), el régimen mutó a la generación de arquitecturas tecnológicas propias: “se arrancó su uso con la Plataforma Patria del Estado Venezolano en noviembre de 2018, pero no fue sino recientemente (julio 2019) que se han conocido los APIs y mecanismos de intercambio que permiten establecer un ecosistema de servicios transados en petros”. Estas APIs (o programas de interfase de aplicaciones) son la clave de todo un ecosistema de intercambio y transformación de ida y vuelta de los petros en otras criptomonedas y posteriormente a dólares americanos.
¿Qué ha hecho el régimen con todo este tiempo consecuencia de no haber resuelto todavía el “cese de la usurpación”? Atornillarse, consolidando un instrumento que solo tiene posibilidad desarrollarse con tiempo. Hacer depender más y más a los venezolanos de un sistema monumental de dadivas del Estado que no está respaldado por ninguna reserva oficial en el Banco Central de Venezuela. Pero para arrancar ese ecosistema era necesario crear un mercado lo suficientemente grande para que funcionara.
Y entonces aparecieron para esa prueba inicial los aguinaldos y bonos nominados en petros en monederos creados para todos los funcionarios públicos, jubilados y pensionados del Seguro Social. Imagínense, millones de personas capaces de generar una demanda lo suficientemente grande de bienes y servicios. Surgieron los negocios dentro del país en acuerdo con el régimen aceptando el Petro, a la vez que el régimen obliga el pago de impuestos, tasas, y cualquier servicio del Estado en la criptomoneda, incluyendo los pasaportes.
El siguiente paso natural son las transacciones entre el petro y otras criptomonedas. Pero eso no vale de nada si la gente no tiene petros. Con la distribución masiva de diciembre de ½ petro se creó el mercado. Poco a poco, empezarán a moverse los intercambios al régimen autorizar plataformas internacionales de intercambio internacional para transar con petros y así transformar petros en Bitcoins u otras criptomonedas, y de allí el paso a moneda internacional es inmediato. Esas plataformas están fuera de la órbita de las sanciones financieras al régimen.
No sabemos hasta dónde llegará este experimento que comenzó en Venezuela a comienzos de 2018, y si lograrán desplazar el sistema de pagos del país. Pero de algo si estoy completamente seguro: el petro comenzó hace 2 años como una idea descabellada, con todos los expertos económicos y de tecnología –incluyéndome– opinando que no resultaría (y de hecho, no habría avanzado mucho de haberse concretado la trilogía prometida el 23 de enero de 2019), y lo cierto es que ahora vemos que los canales de noticias internacionales reportaban colas de miles de personas esperando ser atendidas en tiendas autorizadas por el régimen, pagando en equipos biométricos, comida y otros bienes en petros. El desarrollo tecnológico de los sistemas ha sido indetenible. A pesar de la crisis, el régimen no ha escatimado en tecnología para llevar a cabo este desarrollo que Maduro está viendo como su tabla de salvación económica.
Si el régimen llega a profundizar en el año 2020 el uso del petro, como al parecer se anuncia en un año más de coexistencia entre oposición oficial y régimen, los venezolanos habremos sido los conejillos de indias de un nuevo sistema monetario virtual, único en el mundo, que de acuerdo a algunos expertos tiene la promesa no comprobada de cero inflación, y ausencia de burbujas especulativas.
Sin embargo, en un sistema comunista, que por definición destruye la base productiva del sector privado, creemos que difícilmente se cumpla esa promesa, aun a sabiendas de que prácticamente toda la base laboral del país depende de una u otra manera del Estado. Sin embargo, los delincuentes castrochavistas que están en el poder exprimirán hasta el último gramo de droga y de oro del Arco Minero para sostener este nuevo sistema, lavando las ganancias producidas, e introduciéndolas en esa gigantesca y sofisticada lavadora en que se habrá convertido Venezuela, generándose un espejismo de bienestar económico que incidirá directamente sobre cualquier resultado electoral que la oposición oficial negocie con Maduro y su narco régimen.
Cada minuto que pasa el régimen en el poder es un giro más que aprieta las tuercas de los grillos puestos en los pies de cada venezolano, convirtiendo al petro en el grillete del siglo XXI. Más le vale a la oposición oficial y el Gobierno encargado de Juan Guaidó pensar en eso. Cualquier solución que esté “sobre la mesa” no puede seguir esperando un minuto más y debe ser aplicada ya.