Después de estos largos años de esquizofrenia ideológica de los que mal han gobernado Venezuela, mezclada con la corrupción más desenfrenada que hayamos conocido, tanto en lo material como en el desmoronamiento de los principios más elementales que sustenta a toda institución. tales como el respeto a las normas convenidas, al talento humano, a la experiencia acumulada y a la solidez académica como bastión de las organizaciones, el sistema de ciencia, tecnología e innovación desapareció como tal y lo poco que existía en cuanto a intentos de coordinación entre actores ha sido minimizado al extremo, por desestímulos, falta de presupuestos y una intencionalidad perversa no disimulada.
Si bien lo dicho es observable, sin excepciones, en todos los ámbitos nacionales, las universidades vinculadas al sector agroalimentario y las organizaciones con compromisos de investigación, fiscalización y prestación de servicios en el mismo, sin ánimo de exagerar, están atravesando su peor momento de vida institucional, mostrando carencias de todo tipo, desde humanas a materiales, y con unas posibilidades de recuperación muy comprometidas por la magnitud del daño sufrido.
La falta de personal calificado (con postgrado y actualizado periódicamente) es notoria, así como la perdida de generaciones de relevo ante los bajos salarios y la imposibilidad de trabajar adecuadamente hacia la obtención de formación de avanzada. Las instalaciones son viejas, con muchas deficiencias físicas, sin recursos para repararlas, carentes de equipos modernos y los existentes sin uso por falta de repuestos y de personas capaces de hacerlos funcionar dentro de la precariedad, mientras que el trabajo de campo es prácticamente inexistente ante la falta de vehículos para el traslado del personal profesional y de los estudiantes en formación.
Merece destacarse la situación de las bibliotecas que no pasan, en el mejor de los casos, de ser depósitos de materiales antiguos, indudablemente valiosos en su mayoría, pero completamente desactualizados en cuanto a lo que ha ocurrido en el mundo en los años recientes. Las subscripciones a revistas especializadas no se mantienen desde hace más de 20 años, y ponerlas al día en cuanto a su periodicidad demandará un esfuerzo económico de magnitud extraordinaria y presumiblemente no disponible en lo inmediato
A esto hay que añadir la constante actividad delictiva contra personas y bienes, particulares e institucionales, que cada vez más merma las posibilidades de adelantar labores productivas, sin dejar de afectar de una manera muy contundente el estado anímico de los llamados a hacer el trabajo de apoyo al sector agrícola.
En Venezuela no hay organización dependiente de fondos públicos que no esté enfrentando la situación esbozada y las adscritas a organizaciones privadas, si bien pueden contar con un poco más de apoyo financiero, dadas las condiciones económicas que se viven, no escapan al resto de limitaciones mencionadas pues ellas son derivadas del estado general del país.
Como consecuencia de lo anterior, el hasta el comienzo del régimen actual, incipiente sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación ha sido barrido de nuestra realidad y su reconstrucción será otra que habrá que emprender una vez superada esta ya muy larga etapa de oscurantismo ético, intelectual y político.
Santiago Clavijo A
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