Fernando Ochoa Antich –El Nacional – 06 de enero de 2019 12:06 AM
La intercepción, en aguas territoriales venezolanas, del barco Ramform Tethysm, contratado por la Exxon Mobil para realizar labores de exploración petrolera, con autorización de Guyana, en el bloque Stabroek, por el buque patrullero PO-14 Kariña de nuestra Armada, comandado por el capitán de fragata José Hernández, produjo tres delicadas y preocupantes acciones: la primera, un tweet hecho público por uno de los portavoces del Departamento de Estado norteamericano, Robert Paladino, quien expresó: “Estamos supervisando los reportes sobre la intercepción por la Armada venezolana de un buque que opera en nombre de la Exxon Mobil. Subrayamos que Guyana tiene el derecho soberano de explorar y explotar recursos en sus aguas territoriales y zona económica exclusiva. Llamamos a Venezuela a respetar el derecho internacional y la soberanía de sus vecinos”. La segunda fue la protesta de Guyana. Su canciller, Carl Greenidge, anunció que presentará una queja ante la ONU por este incidente, el cual calificó de “agresivo, ilegal y hostil”. Sin embargo, ante la evidencia del histórico patrullaje venezolano, que busca preservar y garantizar la soberanía nacional en nuestras aguas territoriales y zona económica exclusiva, la Exxon Mobil, anunció la suspensión de algunos de sus trabajos al oeste del bloque Stabroek.
La tercera fue el sorprendente acto de exaltación y reconocimiento de Nicolás Maduro a la permanente actitud de nuestra Armada de realizar un patrullaje en esas áreas marinas en cumplimiento de su misión constitucional, durante el acto de salutación navideña de las unidades de la guarnición de Caracas. Lo sorprendente de esa conducta radica en que es incompatible con la tradicional política exterior, contraria a los intereses de Venezuela, ejercida por los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, la cual siempre buscó congraciarse con la Comunidad de Países del Caribe, Caricom, para contar con su apoyo permanente en el seno de la OEA y con Guyana, para satisfacer los intereses cubanos. Además, esa conducta contrasta con la asumida en el año 2013 por Nicolás Maduro, con ocasión de la detención del buque RV Teknik Perdana, por el patrullero venezolano “Yekuana”, cuando se encontraba ejecutando un levantamiento sísmico en el bloque Roraima.
La aplicación de esta absurda y entreguista política exterior se ha reflejado en la inaceptable permisividad mantenida por el régimen chavista-madurista en nuestra controversia con el gobierno guyanés. Ha sido tal su parcialización en contra de los más altos intereses de Venezuela que, en el año 2004, en una visita a Guyana, Hugo Chávez, en una actitud rayana en traición a la patria, afirmó que Venezuela no se oponía a ningún proyecto de desarrollo en el Esequibo, autorizado unilateralmente por el gobierno guyanés, si era en beneficio de su pueblo. Para colmo, en el año 2007, afirmó que la reclamación venezolana se había iniciado por presiones de Estados Unidos para desestabilizar el gobierno de Cheddy Jagan. De esa manera, Hugo Chávez, presidente de la Republica, desconocía todas las reclamaciones que, desde 1841, había realizado Venezuela en contra de la usurpación de nuestro territorio por la Gran Bretaña. Igualmente, Nicolás Maduro, ya presidente de la República, aceptó una invitación a Guyana, días después de que el ministro del ambiente de ese país declarara en San Diego, Estados Unidos, que Guyana había entregado una concesión petrolera a la empresa Anadarko en el bloque Roraima, la cual afecta la fachada atlántica de la zona de reclamación y la del estado Delta Amacuro, ante lo cual guardó absoluto silencio, lo cual pudo haber producido un Stoppel de aquiescencia.
No satisfecho con esta muestra de debilidad declaró, en la rueda de prensa realizada después de la firma del comunicado conjunto entre Guyana y Venezuela, que “recientemente han salido documentos desclasificados de la década del sesenta, setenta y ochenta que demuestran quiénes eran los intrigantes que preparaban una guerra con Guyana” sin valorar que ese planteamiento debilita de tal manera nuestra autoridad moral que puede comprometer el resultado de las negociaciones. Esas declaraciones solo pueden considerarse como un acto de traición a la patria. El problema con Guyana se ha ido agravando como consecuencia de la negligencia de los gobiernos “revolucionarios”. El Tribunal Internacional del Derecho del Mar sentenció una controversia entre Guyana y Surinam, para delimitar las áreas marinas y submarinas, utilizando puntos ubicados en la costa del Esequibo, desconociendo que esa área forma parte de una controversia limítrofe entre Venezuela y Guyana. Ante ese hecho, la Cancillería venezolana, nuevamente, se abstuvo de presentar una formal protesta.
Esa reprochable muestra de debilidad también ha sido evidenciada con respecto a la Comunidad de Países del Caribe. El Caricom, de manera arbitraria, ha querido desconocer que la isla de Aves genera mar territorial y plataforma continental, hecho aceptado por Estados Unidos y Francia en el momento de delimitar las áreas marinas y submarinas con Venezuela. Esta posición inamistosa hacia Venezuela de los países del Caribe debió conducir a la suspensión de las facilidades petroleras establecidas con la creación de Petrocaribe. En términos generales, la deplorable política nacional e internacional de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro ha debilitado significativamente los derechos de Venezuela en su reclamación por el despojo sufrido en el territorio Esequibo. Ante los antecedentes expuestos, no puede causar sino justificada suspicacia la actitud asumida por Nicolás Maduro ante este último incidente. Las reacciones de Nicolás Maduro ante los casos del patrullero “Yekuana” en 2013 y del patrullero “Kariña” son harto diferentes. Aunque, en realidad, lo que ocurrió en ambos casos fue un legítimo acto de soberanía en el cumplimiento del deber de quienes ejercían el mando de ambos buques. En el primer caso fue tratado con particular frialdad, demostrando de esa manera que la actitud del comandante del patrullero había sido contraria a la política exterior, de ese momento, mantenida por el régimen madurista. En el segundo, un justo reconocimiento, pero buscando satisfacer intereses políticos.
El peligro de un fracaso en nuestra pretendida reivindicación territorial se volverá irreversible si Nicolás Maduro toma posesión inconstitucionalmente de un nuevo período presidencial siendo desconocido en su legitimidad tanto nacional como internacionalmente. Un gobierno, en esas condiciones, no podrá enfrentar con fuerza suficiente la ofensiva guyanesa. De allí que considere que el acto de reconocimiento, a la eficiente actuación del comandante del patrullero Kariña, lo que buscó fue presentar a su gobierno como un firme defensor de nuestra soberanía para que los cuadros militares lo respalden el próximo 10 de enero y los complicados días subsiguientes. En verdad la situación venezolana es casi inmanejable. La única solución posible para superar tan complicada circunstancia es que Nicolás Maduro entienda que se requiere convocar a elecciones generales en un proceso electoral transparente, justo y equitativo. De no hacerlo, continuaremos transitando el camino hacia la destrucción de la República con sus dolorosas consecuencias.