Por: Pedro García Otero – Oct 27, 2017, 11:55 am
Maduro comete muchos errores en economía, pero uno de los que comete más frecuentemente es pensar que porque Venezuela ha sido, históricamente, un buen pagador, seguirá siéndolo en el futuro. Según Bloomberg (que no se mete con los vencimientos de este año) la posibilidad de default venezolano en 2018 es del 79 %, y del 99 % en el próximo lustro, tomando, por supuesto, como un hecho que el chavismo se mantendrá en el poder.
Si el chavismo dejara el poder se abre toda una serie de posibilidades, desde privatizaciones hasta financiamiento exterior (se habla de que el Fondo Monetario Internacional tiene listo un programa de auxilio para el país), que, a su vez, permitirían suavizar la curva de la deuda, que, como muestra el mismo especial de Prodavinci, tiene sus mayores picos dentro de la próxima década.
Lamentablemente, Maduro, el peor vendedor de autos usados del Universo, no concita ninguna credibilidad en los mercados. Y con sobradas razones: solo por citar una, ayer designó como presidente del Banco Central a Ramón Lobo. Más allá de ser un hombre absolutamente anodino, continúa (hasta que haya información de lo contrario) manejando, además del ente emisor, el Ministerio de Finanzas. Es decir, es el único ministro de Finanzas del mundo con una máquina de hacer dinero. Luego, el chavismo puede atribuir la inflación, y la desconfianza en sus políticas a la “guerra económica”.
Por qué seguir pagando
A muchos analistas, no solo políticos, sino también económicos, se les dificulta entender, sin embargo, por qué Maduro, confesadamente comunista, no deja entendiendo a la comunidad internacional, rompe con todo y declara la moratoria de la deuda externa venezolana, aunque solo sea para forzar una negociación con sus acreedores.
Aparte de que esto sería un suicidio económico (Venezuela es hoy una nación totalmente dependiente del crédito de corto plazo para comprar sus alimentos y sus medicinas), la posibilidad de caer en default afecta, directamente, a los activos del Estado venezolano, y en concreto, a los de PDVSA.
Si Venezuela declarara una moratoria de su deuda externa, desde los tanqueros hasta Citgo estarían en riesgo como potenciales prendas de pago. Y esto, para Maduro, no es solo un problema económico, sino político, toda vez que Rusia, aunque cambió recientemente sus garantías, tuvo, en algún momento, interés en esta empresa.
Más allá: se afirma que los bonos venezolanos (aunque de esto no hay pruebas) han sido comprados por buena parte de la corporación corrupta que hoy maneja Venezuela, no solo para legitimar los capitales robados a la nación, sino para garantizarse cobrar los elevados intereses que paga la deuda venezolana.
En este sentido, y si eso es así, se hacen culpables de manipular el mercado, lo que en Estados Unidos se pena con prisión e incautación de activos; pero más allá, explicaría por qué el afán de pagar la deuda externa a cualquier costo. En Venezuela, ese costo se estima, entre otros, en 300.000 niños que están en riesgo de morir por falta de alimentos, según ha denunciado recientemente Cáritas, ONG de la Iglesia católica.
Si Venezuela logra pagar sus compromisos de hoy, con toda seguridad podrá enfrentar, al menos, los de la semana que viene, porque no tiene ningún sentido cancelar hoy para declarar el default dentro de una semana. Los recursos de los que saldrá el pago, sin embargo, permanecen en la opacidad. Si es cierto que desde hace diez semanas el Gobierno no realiza ninguna subasta de divisas, lo que explica la enloquecida espiral descendente del bolívar; sin embargo, cualquier pago que se realice no saldrá de las reservas, pues se estima que las líquidas ascienden a solo USD $600 millones.
Esta misma semana el Gobierno de Maduro dejó vencer un swap de oro realizado con el Deutsche Bank en diciembre. En total, fueron USD $1.700 millones que el Estado canjeó por el metal precioso, pero es ilusorio pensar que con esos recursos se pagaría la deuda de hoy. Sería fantástico pensar que Maduro pudo conservar ese dinero durante diez meses en alguna parte. En la hambrienta Venezuela de hoy, esos USD $1.700 millones son como una sopa ingerida el mes pasado, es decir, hace rato que desapareció en el torrente sanguíneo.
¿Quo Vadis?
Más allá de que el Gobierno logre, incluso, sortear sus compromisos de este año, la situación de la economía venezolana, sin un cambio de rumbo (y de Gobierno), y sin las posibilidades de una reestructuración de su deuda externa, la más alta per cápita del continente, es caótica.
Venezuela no podría, ni con el petróleo a usd $100, cancelar sus compromisos externos de los próximos años, y tampoco puede obligar a sus ciudadanos a apretarse mucho más el cinturón, porque los matará de hambre.
Depende de un refinanciamiento que permita cancelar montos más bajos por concepto de intereses, y depende también de entradas masivas de capital extranjero, cosa imposible por el momento.
Solo un nuevo Gobierno, con una política clara de apertura económica y de reducción del gasto público (la verdadera clave de la crisis venezolana), podría traer algún bienestar al país.
Mientras tanto, la crisis económica venezolana se transforma también en una crisis regional, que afectará a los países vecinos, así como a los países europeos que en los 50, 60 y 70 del siglo pasado enviaron masivamente a sus ciudadanos a Venezuela, y ahora ven cómo sus hijos o nietos retornan, sin dinero, aunque con educación, a intentar ganarse la vida en el viejo continente.
El desenlace de esta crisis es político y está en las manos de la comunidad internacional, porque Venezuela es hoy una nación secuestrada por una cúpula cívico-militar que se enriquece a costa de la miseria de sus habitantes.
https://es.panampost.com/sabrina-martin/2017/10/27/venezuela-evito-el-default/
Pedro García fue editor del PanAm Post en español. Periodista venezolano con 25 años de experiencia en cobertura de temas económicos, políticos y locales para prensa, radio, TV y web. Síguelo @PedroGarciaO.