Fernando Londoño – 9 Mayo 2017 – factormm.com/opinion
Cuba se está jugando la vida en Venezuela. Así de sencillo.
Para los que no lo conozcan, o para los que pretendan olvidarlo, alias Iván Márquez fue el sujeto que ordenó quemar vivas 119 personas, hombres mujeres y niños, que despavoridas se resguardaban en la humilde Iglesia del más humilde pueblecito de Bojayá, en el Departamento del Chocó. Por ahí sacarán en claro los lectores de que clase de diablo hablamos.
Pues Iván Márquez ha dicho que las Farc, de la que es comandante subjefe, apoyan a Nicolás Maduro, a quien le deben el precioso regalo de las conversaciones de paz con Santos. Hay que desenredar esa madeja, porque Márquez no es un simple cretino que ignore lo que se llama el precio político que implican declaraciones de ese estilo.
Cuando decimos Cuba, no nos referimos al noble pueblo martirizado hace más de cincuenta años por una pandilla de criminales comunistas comandada por los hermanos Castro. Nos referimos a la pandilla, claro está, y no al pueblo que la sufre.
Ahí es donde empieza la tragedia. Porque se pregunta el menos listo qué es lo que hay en Venezuela, con Maduro, que pueda ser públicamente apoyado por las Farc.
No muchos han reparado en una cuestión simplísima. Cuba se está jugando la vida en Venezuela. Así de sencillo. En medio de la penuria extrema que Venezuela padece, Maduro se las arregla para seguirle mandando entre ochenta y noventa mil barriles diarios de petróleo por día. Y en mantenerle, a su costa, las decenas de miles de miembros del ejército de ocupación que tiene en Venezuela. La suma de esas dos partidas, la del petróleo y la de sueldos y gastos de miles de bandidos anclados en Venezuela, dan un resultado colosal para las empobrecidas arcas cubanas. Si el petróleo no apareciera, y los soldados, asesores y seudomédicos cubanos que están en Venezuela volvieran a Cuba para ser mantenidos por el régimen, colapsaría la economía castrista.
Los que disparan y hacen disparar en las calles de Caracas contra jóvenes venezolanos inermes, son los cubanos.
Ahí está el secreto de la crueldad infinita con que trata Maduro a los que se manifiestan en la calle al grito de libertad y democracia. Maduro es un tontarrón iletrado y su asesor de cabecera, Diosdado Cabello, es además un patán fabulosamente enriquecido, capaz de casi todo. Pero no de tanto. Los que disparan y hacen disparar en las calles de Caracas contra jóvenes venezolanos inermes, son los cubanos. Y los cubanos son los que empujan a Maduro y a su camarilla de favoritos a mantenerse en el poder contra el mundo entero que los desprecia y rechaza. Y todo eso pasa porque las instrucciones de Raúl Castro son precisas. Matan al que tengan que matar, pero allá se quedan, cuidándome la espalda.
Y es en ese horizonte de cenizas y vergüenzas en el que aparecen las Farc. Porque como todas las guerrillas que azotaron a Colombia fueron adiestradas y financiadas por las Unión Soviética y por los servicios secretos de la Stasi, allá en Cuba. Márquez y Maduro son un par de brutos compañeros de escuela y socios en el crimen. Y por eso se apoyan, a pesar de cualquier cosa que les pese.
Las Farc no solo están comprometidas con Maduro por la alianza que entre compañeros criminales ha existido siempre. La cosa es más honda y complicada.
Cuando Álvaro Uribe Vélez, como comandante supremo de las Fuerzas Militares de Colombia, destruyó y arrinconó a las Farc, Chávez les dio refugio en Venezuela. La histórica y contundente denuncia la hizo, en inolvidable discurso ante el plenario de la OEA, el embajador de Colombia Luis Alfonso Hoyos, quien dicho sea al pasar paga con el precio del destierro su franqueza y su elocuencia.
Y ese refugio y esa alianza no terminan. Las Farc siguen proveyendo de cocaína al cartel de los soles, la organización delictiva de militares que se lucra del negocio y sostiene a Maduro para que siga mandando regalos a Cuba y pagando por el ejército de ocupación.
No paran ahí las cosas. Los bandidos de las Farc siguen en Venezuela. Se calcula que son más de cuatro mil los que campean a sus anchas en cinco estados venezolanos, partícipes del tráfico de cocaína y dueños del régimen de terror en esas regiones.
El trío macabro se integra, pues, de ese modo. Cuba tiene sus dos matones entrenados, Márquez y Maduro, en Colombia y Venezuela. Por ahí dirigen la paz de Santos y la dictadura del cartel de los soles. Si se le acaba Maduro, se le fractura el negocio, se le acaba la invasión y se quiebra, literalmente hablando. Por eso sus esbirros matan venezolanos en las calles de Caracas y por eso Castro es miembro de la Comisión de Seguimiento en Colombia que es el poder legislativo real en el país, y por eso Márquez se atreve a manifestar su apoyo a Maduro. ¿Está claro?
Vía Las 2 Orillas.