El Nacional – Editorial – 05/03/2017
La dictadura se apresuró a capturar al profesor Santiago Guevara por un atentado peligroso para la patria. Le pareció tan peligrosa su conducta, capaz de soliviantar los ánimos de la población y de provocar graves convulsiones, que prefirió que fueran los militares quienes se ocuparan de meterlo en una jaula. En una jaula está ahora el profesor Guevara, por lo tanto, en medio de un alboroto que nos ha puesto a investigar sobre sus siniestras intenciones.
Pero lo siniestro no aparece por ninguna parte, las tenebrosas intenciones se difuminan en medio de la búsqueda, porque la trayectoria del perseguido no lo relaciona con ninguna operación destinada a subvertir el orden. Todo lo contrario, de acuerdo con las noticias que hemos recabado sobre el trabajo que realiza en la Universidad de Carabobo, casa de estudios en la cual se desempeña como catedrático desde sus juveniles tiempos.
En efecto, el profesor Guevara, economista de profesión que ha cursado estudios de la más elevada escala en universidades del extranjero, entre ellas La Sorbona, se ha dedicado con puntillosa seriedad a sus cátedras, desde las cuales se ha labrado una reputación de maestro serio y respetado. Ha cumplido con puntualidad con los trabajos de ascenso a los que obliga su institución y no ha descansado en la publicación de textos relacionados con su oficio.
Hemos visto parte de esos trabajos, entre ellos uno por el cual se le persigue, sin encontrar situaciones alejadas de la seriedad y la coherencia que se exige a los maestros universitarios; ni objeciones sobre la calidad de sus contenidos. Por lo tanto, el profesor Guevara es la encarnación de la docencia universitaria llevada a cabo con pulcritud y excelencia. Entonces, ¿por qué la dictadura lo persigue con saña?
Porque, dentro de los desafíos propios de su cátedra, se ocupa de estudiar escenarios del futuro partiendo de los datos que maneja desde el presente y de los que pueda tomar de la historia próxima. Es una tendencia no solo normal entre los científicos sociales, sino también una especialidad que se enseña a los discípulos partiendo de datos objetivos y gracias al manejo de hipótesis plausibles. Las ciencias sociales no solo se ocupan de lo que sucede en el momento, sino también de lo que podrá suceder en atención a los fenómenos que trascurren en un presente determinado. De lo contrario, sería limitada su utilidad.
Eso hace el profesor Santiago Guevara a la vista de todos, en el aula de sus seminarios y en la dirección de las tesis de los graduandos, según testimonian sus estudiantes y el Consejo Universitario de la Universidad de Carabobo. Pero la dictadura considera que promueve actividades subversivas, que está llamando a futuras conspiraciones. Le parece que el hecho de pronosticar el horror que falta, o el declive que anuncian los datos objetivos que se manejan en una casa de estudios, es un llamado a alzamientos armados.
Trabajar con seriedad en una cátedra de Economía puede conducir a una prisión militar, y a un juicio en los tribunales militares. Para mantenerse, la dictadura puede llegar a cualquier tipo de extralimitación, pero también a exhibiciones de ignorancia y de estulticia que claman al cielo. El aberrante caso del profesor Santiago Guevara lo demuestra.