Luciano Reni. Analitica.com
Curiosamente hay personas, algunas de ellas a la cabeza de cargos públicos de primer órden, quienes piensan y sostienen firmemente convencidas que, lejos de influir negativamente sobre nuestra economía, la actual crisis la fortalecerá. Sin ellos saberlo, es muy posible que ésta afirmación, aparentemente impregnada de ignorancia e ingenuidad, resulte paradójicamente cierta.
En efecto, la manera cómo se está gobernando el país, desde hace ya varios años, en todos los ámbitos y en forma cada vez más alarmante, está tan plagada de errores graves, tanto de tipo conceptual como instrumental y ético, que una crisis cuyas proporciones han resultado, sin lugar a dudas, de tamaño descomunal, casi imposible de imaginarse, podría paradójicamente establecer las bases de un viraje total, positivo y determinante, en la forma de gobernar y, por tanto, de conducir el país hacia un destino definitivamente mejor.
Lo anterior se desprende de un análisis bastante sencillo de comprender por lo elemental. Este se basa en un elemento, del todo evidente que no requiere de grandes y complicadas demostraciones matemáticas, científicas y para cuya comprensión no es necesario ser universitario, ni mucho menos economista, sino simplemente estar dotado de algún sentido común,
Un país monoexportador, convertido progresivamente en quasi-monoproductor, no puede vérselas sino más negras que ningún otro, al presentarse una crisis de gigantescas proporciones que afectan terriblemente, directa o indirectamente, las economías del mundo entero. Para Venezuela, así como para cualquier otro país cuya economía dependa fundamentalmente de la exportación de una o más materias primas, las primeras consecuencias lógicas de una tal situación son una importante reducción relativa de la demanda mundial de las mismas y, por ende de sus exportaciones, el todo enormemente agravado por el drástico y súbito desplome de los precios.
En el caso que nos ocupa – Venezuela y sus hidrocarburos – lo que está ocurriendo en estos últimos días y que reviste características tanto más relevantes como preocupantes, es el hecho que esta gran crisis se proyecta de muy larga duración y afecta mayormente, por ahora, nuestro principal cliente y socio comercial, los EE.UU. Adicionalmente, sus consecuencias han comenzado a sentirse, en forma inmediata e inevitablemente creciente, en Europa y Asia.
En pocas palabras, no habrá ninguna vía de escape para nosotros. La propia China, a partir del presente mes, con toda probabilidad, verá sus propias exportaciones y, por ende, su tasa de crecimiento disminuir paulatinamente a un sólo dígito medio, lo cual redudandará en una reducción ciertamente importante de sus importaciones de hidrocarburos. Lo anterior, sin contar con la posibilidad de que una eventual eliminación parcial del actual subsidio, otorgado a los consumidores de combustibles en ese país, produzca una economía adicional en el consumo de los mismos. Para efectos comparativos, recuérdese que incluso en los propios EE.UU. bastó con que se produjese un aumento de 20 – 25% en el precio de la gasolina para que se redujera prontamente su consumo nacional en casi 5%, equivalente a unos 750.000 barriles/día.
Ahora bien, una vez aceptada la inevitabilidad de lo anteriormente contemplado, pasemos a analizar brevemente y en forma fácilmente comprensible sus repercusiones económicas y sociales en nuestro país. Para comenzar, recordemos que los ingresos obtenidos por la nación, en los últimos tres años, por concepto de regalías, impuestos sobre la renta, dividendos y otros impuestos menores, aplicados a nuestra industria petrolera, aumentaron progresivamente al pasar las exportaciones del sector de unos 48.400 millones de US dólares, en todo el año 2005, a US$ 48.500 en los sólos primeros seis meses de 2008. Los ingresos antes aludidos inciden, en años recientes y dependiendo del ejercicio fiscal considerado, en el 50% aproximadamente del ingreso total percibido por el fisco nacional. También es esencial recordar y hacer hincapié en el hecho que en Venezuela el ingreso petrolero ha ejercido tradicionalmente un efecto multiplicador, comprendido entre 1,5 y 2, en el resto de la economía.
Es evidente que al verse reducido drásticamente el ingreso antes citado, el Ejecutivo se verá obligado a optar por una de tres alternativas, a saber:
a) reducir en términos reales y en un porcentaje equivalente el presupuesto de la nación.
b) Solicitar préstamos cuantiosos a instituciones financieras foráneas y a organizaciones a vocación internacional – FMI, BM, BID, etc.
c) Recurrir a una maxidevaluación para, de ese modo, evitar la reducción presupuestaria con base en una moneda de mucho menor valor y poder adquisitivo.
La instrumentación de la medida contemplada en a) obligaría a reducir drásticamente las partidas presupuestarias de los diferentes ministerios y misiones y milicias, a la eliminación o fuerte reducción de los “subsidios” populares y dádivas, el incumplimiento de los compromisos internacionales (contribuciones, regalos, adquisiciones de alimentos, armamentos, casas prefabricadas, computadoras, inversiones en países aliados, etc.)
La consecución de los préstamos mencionados en b) es completamente descartable, tanto por las críticas circunstancias, caracterizadas hoy por la falta de liquidez en los mercados financieros internacionales, como por el actual elevado riesgo-nación que representa nuestro país en la actualidad. Lo anterior, sin siquiera mencionar la virtual ruptura de relaciones ocurrida entre nuestro gobierno y los organismos internacionales en cuestión.
En cuanto a la tercera alternativa c), ésta es la que luce como la de adopción más probable y compatible con el inmancablemente presente factor de inspiración político-ideológica que caracteriza todas las decisiones, actuaciones y discurso del actual régimen, el cual tiende a culpabilizar el imperio y el capitalismo por todos los “males”, aún cuando, justo es reconocer, que en este caso específico le cabría en buena parte la razón. En lo que respecta a su instrumentación, es probable que ella se demore unos pocos meses, hasta tanto las reservas internacionales hayan descendido al mínimo tolerable. En el caso de que se mantenga el presente ritmo de importaciones, esto ocurrirá más rápido de lo que se pueda sospechar, lo que resultará absurdo e inconveniente en el futuro inmediato e imposible de sostener al cabo de muy pocos meses.
El cálculo exacto, en este sentido, es de difícil realización, debido a la falta de detalles y a la poca transparencia que se desprenden de los boletines del Banco Central. Como ejemplo de ello, nos podemos referir al monto de esas reservas. Llama la atención que el gobierno haya informado, en varias oportunidades, el hecho de haberlas transferido e invertido en otros países y en divisas distintas al dólar estadounidense. Por otra parte, no se hace mención alguna al probable hecho que, tal como fuera el caso hasta hace poco tiempo, unos US$7.000 millones equivalen a oro no homologado. Además, no se sabe tampoco, a ciencia cierta, en cuáles divisas, instrumentos y en qué diferentes proporciones se encuentran invertidas dichas reservas, pues sucede que de estarlo en euros, su contravalor en dólares habría perdido, en el curso de los últimos meses, alrededor de 15%, al haberse depreciado, esa moneda, de 1.59 a 1.34 US$/euro.
En conclusión y de acuerdo a lo que se desprende del análisis aquí presentado en forma muy resumida, creemos que lo que nos espera, a corto y mediano plazo, es seguramente una etapa inédita, extremadamente difícil en todo lo que se refiere a lo económico y político, así como potencialmente explosiva en lo social, pues serán lamentablemente nuestras clases de menores recursos las que sufrirán mayormente el fuerte impacto desfavorable, causado por la inflación galopante que comenzará a azotar inevitablemente el país próximamente, .
*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958)
PhD. en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (2000)
Investigador Asociado a la Escuela Doctoral – Université Paris IX-Dauphine
Investigador Asociado al EURISCO