ANTONIO PASQUALI – El Nacional –21 DE JUNIO 2015 – 12:01 AM
Todo proceso de masificación política o mercantil, equilibradora o subyugadora, es siempre y necesariamente nefasto por atentar contra esa “fecunda diversidad de las culturas” que el Acta Constitutiva de la Unesco llama a salvaguardar. En emprendimientos masificadores, mercado y política se copian; ambos alinean militarmente, igualan por lo bajo ideas y valores, convierten públicos heterogéneos en degradadas masas homogéneas para propinarles mercancías y opiniones ómnibus, las mismas para todos; individualizarse, ser diverso, es crimen que las sociedades masificadas suelen castigar.
Por una mezcla de patológico resentimiento de clase, demagogia populista y planes hegemónicos, los regímenes chavistas persiguen oficialmente masificar el sector universitario. Su estrategia, similar a la adoptada en comunicaciones: hostigar hasta la inanición las viejas y gloriosas universidades autónomas y asegurarse el control político del tercer nivel educativo por la vía cuantitativa, dando vida a decenas de universidades heterónomas, ideológicamente sumisas al régimen. En algún momento, Chávez el megalómano aseguró que crearía 58, de las cuales probablemente ya se abrieron 46. El propósito se logró: entre 2004 y 2014, el gasto público en educación superior pasó (a bolívares 2008 constantes) de 4 a 62 millardos, y el estudiantado universitario creció casi de 300% hasta los 2.700.000 de hoy, haciendo de Venezuela el quinto país con más alta matrícula universitaria.
El exponencial crecimiento de universidades sin garantías de calidad es un fenómeno casi exclusivo del tercer mundo que contrasta con la estabilidad del primero. (Latinoamérica, por ejemplo, tiene hoy más de 2.000 escuelas de Comunicación Social contra un centenar si acaso en Europa). País de 30 millones, Venezuela cuenta ahora con 2,7 millones de universitarios cuando, por ejemplo, el Reino Unido (61 MM) solo tiene 2,2 millones; Italia (60 MM), 1,7 millones, y Francia (66 MM), 1,4 millones. Dicho en porcentajes, tenemos 90.000 universitarios por millón de habitantes contra 36.600 en el Reino Unido, 28.300 en Italia y 21.200 en Francia; es decir, 245% más que el Reino Unido, 318% más que Italia y 425% más que Francia. ¡Un despropósito!
Para burócratas que manejan lejanos datos oficiales, o para quien ignora cuánto cuesta conseguir un solo profesor universitario de calidad (¿cómo será para 46 universidades, si hasta en primaria 24,4% de nuestros maestros carece de título?) estos datos pudieran parecer triunfales, símbolos de un virtuoso tercer mundo que lucha por progresar. Vista de cerca –ya se dispone de indicadores fuertes– tamaña masificación guiada por intereses proselitistas e ideológicos representa un gigantesco fraude cultural por dejar irresuelta la esencial componente cualitativa y conculcar la libertad de cátedra, contaminando delicados aspectos de la transmisión del saber a las generaciones futuras. Esta banalización del tercer nivel sumada al devastador maltrato a las universidades autónomas, vestales de la calidad, figurará entre las más nefastas fechorías del flagelo chavista.
Observadores competentes trazarán un día el bajo perfil cualitativo de la neouniversidad chavista. Limitémonos a señalar que la construcción de esa hegemonía universitaria y el intento de infiltrar, pervertir y quebrar el temple democrático de las autónomas, son una sola y misma operación, entre otras razones porque la hegemonía es financiada con recursos sustraídos a la autonomía. La UCV recibe hoy 25% de lo solicitado; uno de sus decanos señalaba recientemente que al cambio Simadi de abril 2015 el Estado aporta a la primera universidad del país –la del civilista José María Vargas– el equivalente de… 59,78 dólares anuales por estudiante, que sus profesores cobran mensualidades que promedian los 40 dólares y reciben 0,68 dólares al año para investigación. Esto, en un mundo en que las universidades que generan saber y progreso invierten hasta 60.000 dólares al año por alumno.