Una de las mejores y más efectivas maneras de destruir el esfuerzo civilizador de la humanidad es convertir la obra de artistas, científicos, poetas o escritores en algo difuso, que no requiere de mucha disciplina, ni esfuerzo, ni talento, ni dedicación, sino que ocurre casi de manera espontánea, producto de una indefinida “sabiduría popular”.
Nuestra revolución tropical no se podía quedar atrás en esta carrera contra el futuro que tiene sus antecedentes en fracasos colosales como la Revolución Cultural china, donde el ingeniero de hoy era limpiador de inodoros mañana, y el cirujano se ocupaba también del cafetín, porque todos debían saber de todo y el conocimiento como fuente de respeto y reconocimiento debía ser obliterado como una tara burguesa.
En Venezuela, una idea excepcionalmente importante, la de que la ciencia y las instituciones que la practican deben tener entre sus objetivos más importantes el bienestar de la gente, se ha transformado en un engendro de ideas mal elaboradas y peor puestas en práctica que sostiene que la actividad científica debe ser un ejercicio llevado a cabo entre todos, sin importar la preparación técnica o profesional de los participantes.
Esta concepción “asambleísta” de la ciencia, según la cual trabajar con las comunidades es lo mismo que incorporar a las comunidades al trabajo científico, arruina en su afán populachero un objetivo verdaderamente trascendental: el de que la gente valore y entienda el proceso de generación de conocimiento y tenga la educación y la formación adecuadas para exigir de los científicos, pero sobre todo de sus gobernantes, no solamente el apoyo apropiado para la ciencia y la tecnología sino el establecimiento de políticas públicas bien definidas y estables en la materia.
El distinguir con claridad entre algo que legítimamente se les puede y debe exigir a los científicos que exploren como actividad de investigación, y algo cuya solución es conocida, y que por tanto no constituye actividad de investigación alguna, es esencial para comprender el galimatías con el que se pretende destruir un patrimonio de todos los venezolanos, el IVIC.
El mensaje es profundamente engañoso, porque cuando se señala una serie de problemas que la gente siente profundamente como suyos: la mortalidad infantil, la desnutrición, las enfermedades, el petróleo y la agricultura, y se adelanta la tesis de que el IVIC no ha hecho, y no hará nunca nada al respecto hasta que se transforme en una especie de aldea comunitaria de la ciencia, no solamente se falsea la verdad sino que se confunden temas de investigación con políticas públicas.
Lo primero es responsabilidad de los científicos, lo segundo del gobierno.Tomemos como ejemplo el diálogo de calle, ampliamente documentado en el sitio web de Aporrea http://www.aporrea.org/actualidad/n265757.html, que a propósito de la modificación a la ley del IVIC, se ha generado en la esquina caliente.En este escenario un adalid de la nueva ciencia comunitaria, Estalina Báez, señala, palabra más, palabra menos, y de manera muy bien articulada, que el usar la orina en la agricultura es algo que nuestros campesinos han practicado y sobre lo cual, se requeriría, por ejemplo que los científicos del IVIC realizaran una investigación.Pues bien, la composición de la orina humana, un líquido bastante limpio que emerge de nuestros cuerpos como resultado de nuestro metabolismo, es conocida al detalle y es cierto que se la ha usado desde tiempos inmemoriales en la agricultura (http://www.nutribiota.net/blog/index.php/recursos/la-orina-en-agricultura-y-jardineria) En el sitio arriba referido, se incluye lo siguiente:
Recomendaciones y dosificación
- Se obtienen mejores resultados si se aplica antes de la siembra o antes de que transcurran de dos terceras partes a tres cuartas partes del tiempo trascurrido entre la siembra y la cosecha. - Se pueden utilizar las recomendaciones de la dosis de nitrógeno usadas por los fertilizantes basados en urea. – La regla general es aplicar la orina recolectada por una persona durante un día (Un litro y medio a dos litros) en un metro cuadrado de tierra de cultivo. La dosis máxima antes de que exista riesgo de toxicidad es 5 veces esta dosis. – No rociar las hojas porque se pueden quemar dependiendo de la sensibilidad de las plantas cultivadas al nitrógeno. – No rociar al aire ya que se pierde parcialmente el nitrógeno de la orina. – Para la aplicación en surcos, usar litro y medio de orina por metro lineal. – La orina proporciona a su vez un efecto fungicida sobre las plantas y su uso en afecciones de la piel es conocido y utilizado. Es un activador excelente para acelerar el compostaje de los residuos del jardín y la cocina.Es decir, que el uso de la orina no solamente NO es un tema de investigación, sino que en su aplicación, o no, al cultivo masivo que se requiere para alimentar al pueblo, hay que tener en consideración el menudo dato de que una hectárea son 10.000 metros cuadrados y que, en consecuencia se requerían unos 10000 voluntarios/hectárea.De manera que la practica no es escalable de huertas a extensiones industrialmente prácticas de cultivo. Este tipo de absurdos callejones sin salidas conceptuales y técnicos es precisamente lo que ocurre cuando temas serios se dejan a discusiones callejeras como si el asunto fuera de quien vocifera más alto y con mayor número de gente detrás.
Recordemos que las ejecuciones y descuartizamientos públicos eran espectáculos donde el pueblo acudía masivamente en la Edad Media, familias y niños incluidos. Eso no las hace correctas.
Así como el tema de la orina en la agricultura no es un asunto de investigación, tampoco lo es el hecho de que muchas de las enfermedades que matan a nuestros niños son producto del agua contaminada y la desnutrición. Corregir estas situaciones no es un tema científico sino de políticas públicas aplicando medidas bien conocidas, adelantadas por el gobierno con el asesoramiento técnico adecuado.
En cuanto al petróleo, al que también se refiere Estalina en su largo discurso, el IVIC tuvo un rol esencial en el nacimiento de Intevep, el centro tecnológico de PDVSA, empresa que regularmente producía patentes de tecnología propias donde nació Orimulsión, una magnífica alternativa para el uso de los crudos pesados que fue literalmente eliminada por la PDVSA de los tiempos revolucionarios, conjuntamente con la producción de patentes.
Otro aspecto de esta maraña de argumentaciones tiene que ver con la inconveniencia de poner los conocimientos ancestrales y el conocimiento científico en la misma caja. Cada uno tiene su contexto y eventual espacio de aplicación. Lo que una política sana de ciencia y tecnología debe propiciar es la cooperación con los científicos para que el conocimiento ancestral de paso a emprendimiento y negocios populares.
Ultima nota: Discutir a fondo los argumentos del chavismo, y no despacharlos con desdén, es indispensable para exhibirlos en su inconsistencia frente al pueblo. Es nuestro deber como científicos, pero sobre todo como ciudadanos defensores de la democracia y la libertad. Aunque parezca a veces que uno está perdiendo el tiempo.
Ernesto Medina Dagger Vladimiro Mujica
Vmujica54@gmail.com
Publicado en Tal Cual digital, el 5/3/2015