Una de las mejores y más efectivas maneras de destruir el esfuerzo civilizador de la humanidad es convertir la obra de artistas, científicos, poetas o escritores en algo difuso, que no requiere de mucha disciplina, ni esfuerzo, ni talento, ni dedicación, sino que ocurre casi de manera espontánea, producto de una indefinida “sabiduría popular”. Nuestra revolución tropical no se podía quedar atrás en esta carrera contra el futuro que tiene sus antecedentes en fracasos colosales como la Revolución Cultural china, donde el ingeniero de hoy era limpiador de inodoros mañana, y el cirujano se ocupaba también del cafetín, porque todos Seguir leyendo