La sala Dudamel
Fernando Rodriguez . Tal Cual.
La sede del Sistema de Orquestas en Barquisimeto será la obra de un despilfarro y sometimiento al espíritu más mercantil y neoliberal acometidos por el gobierno más autoctonista del continente, que acabó con las estatuas de Colón, llevó a Guaicaipuro al Panteón y todo en él es cursilería nacionalista
Hannia Gómez y Oscar Tenreiro (El Nacional, TalCual), dos muy distinguidos arquitectos venezolanos, le han hecho el inmenso favor a este país cada vez más despoblado de cultura, inteligencia e información de señalarle los muchos límites del arquitecto Frank Ghery que va a realizar la sede del Sistema de Orquestas en Barquisimeto.
Por lo pronto digamos que el caballero es uno de los arquitectos más costosos del mundo (sus "estudios" pueden alcanzar a más de un centenar de millones de dólares), y su obra, al menos en su fase actual, es absolutamente manierista y ensamblada con el gran capital internacional, espectacular y avocada "a la vulgaridad y el exceso" (Tenreiro) y Gómez teme que ese conjunto va a resultar, vistas algunas maquetas, como una arquitectura alienígena, marciana, en la ciudad de los crepúsculos.
Pero semejante despilfarro y sometimiento al espíritu más mercantil y neoliberal lo acomete el gobierno más autoctonista del continente, que acabó con las estatuas de Colón, llevó a Guaicaipuro al Panteón y todo en él es cursilería nacionalista; por lo tanto totalmente ajena y adversa a esa música de El Sistema venida de los más notorios imperios coloniales.
Producto de uno de los pactos más siniestros moralmente de un par de reaccionarios que le han vendido el alma por ostentación, promoción y billetes al gobierno populista y despótico que en el fondo los desprecia (ver numerosos artículos de Aporrea). Sentimiento por supuesto recíproco de gente "refinada" ante los troperos e ignorantones que nos mandan. Pero lo que está en juego es la promoción, por cara que sea, del maltrecho gobierno bolivariano. Ya de esto hemos hablado suficiente.
Pero esto es el colmo. Primero porque el país se está volviendo añicos, para gastar en semejantes lujos nuevos ricos. O porque hay en este país no pocos arquitectos brillantes y probados. O porque lo que va a resultar es una ostentación estrepitosa en medio de una ciudad bastante necesitada de obras más orgánicas y armónicas con su tradición y proyecciones.
Pero bueno, una bellaquería más de supuestos creadores del espíritu de nuestra juventud, paradójicamente sin un quilate de ética. Y de un gobierno que puede comprar y vender cualquier baratija de cualquier signo con tal le dé algún dividendo.
Como si fuera poco la sala mayor de las dos del conjunto se llamará Dudamel. Eso indica una falta de elegancia, de buen gusto, de recato personal que escandaliza. Si al menos hubiera esperado un par de décadas y que se lo ofrecieran y no lo decidiera él mismo pues podría hasta ser algo más digerible. Así, da lástima.
Bueno, total, es el país en que vivimos. En que se pierden centenares de millardos de dólares y nadie se ocupa mucho del asunto. A tales miserias estructurales corresponden algunas similares en el reino del espíritu.