La relación entre civiles y militares ha sido problemática desde el tiempo que nacimos como país y dejamos de ser colonia de España. Los civiles edificaron la república de 1810 y la república de la Gran Colombia en 1821. Los militares ganaron la guerra de Independencia haciendo gala de descollante arrojo en mil cruentas batallas, pero siempre resulta oportuno precisar que los militares nos aportaron la Independencia por sus armas y los civiles la libertad con sus leyes. Sin embargo, los militares asumieron que el poder pertenecía a ellos y surge la teoría insólita del “gendarme necesario”, conceptualizada más tarde por los escribidores positivistas, según la cual sólo la fuerza de los militares, ignorando la potencia de las leyes y la libertad de los civiles, puede salvaguardarnos del caos social.
El peso de la herencia de la monarquía española lo vemos reflejado en el autoritarismo de los caudillos, una especie de reyes sin corona, devenido en el presidencialismo que alcanza su paroxismo con Chávez.
La democracia la tenemos desde 1946 y su artífice fue Rómulo Betancourt, el político más prominente del siglo XX venezolano, y aprendimos desde entonces a quererla y a impregnarnos de la idea poderosa de la libertad, esbozada por nuestros abuelos primigenios de 1810, dejando atrás un pasado de sangre y opresión.
Las generaciones de dirigentes posteriores a Rómulo se desviaron y malograron su obra mediante la corrupción degradante, pero para corregir el rumbo no necesitábamos reincidir en un régimen militar como el de Chávez, que ahoga las libertades y lleva el saqueo hasta el extremo. Apostamos al gendarme necesario y nos equivocamos de banda a banda, el régimen encarnó un modelo superado, opresivo, embrutecedor y empobrecedor, que quiere imponernos procederes autoritarios e inconstitucionales a machaca martillo mediante la obscena propaganda oficial. La democracia es traicionada cada vez que se reprime una a una las libertades republicanas.
La supervivencia de la idea monárquica entre nosotros explica nuestro atraso político, y en ello insiste la propaganda y el discurso oficial ad perpetua en cadena nacional, imponiéndonos la devoción a un líder. Está muy cerca el desenlace de esta larga historia monárquica y militarista, los venezolanos nos inclinaremos hacia el poder civil.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
Julio César Arreaza. Diario 2001.