OCURRIO AYER SABADO…
(22/03)
Salimos tarde del trabajo ayer sábado y, junto a dos compañeros, llegamos para almorzar algo. Serían las 3:30-4:00 de la tarde cuando una tromba juvenil, sudorosa y jadeante, se agolpó en el portal del restaurante “Mamá Nostra”, situado a cuadra y media de la plaza Altamira. Los empleados, asustados, cerraron las puertas mientras los estudiantes pedían auxilio. Varios clientes, al percatarse de que se trataba de chamos que huían de la GNB, exigieron que abrieran las puertas y los dejaran entrar, y así se hizo. Todos entraron corriendo y se resguardaron en la parte trasera del restaurante, de instalaciones bastante amplias. Sus edades estarían entre 16 y 20 y pico de años.
Pocos minutos después irrumpieron unos 10 o 15 GNB, enfundados en sus atuendos antimotines, varios de ellos con las máscaras antigases aún puestas. Afortunadamente el local estaba lleno y hay suficientes testigos de la brutalidad del procedimiento. Se trataba de un allanamiento en toda regla a un establecimiento privado, lleno de clientes, sin orden judicial, a la brava. Pasaron, armados, llevándose todo por delante, hacia la parte de atrás, buscando a los chamos. Parecían elefantes en cristalería, “una estampa africana”, comentó alguien a mi lado. Yo pensé en los gorilones “bananeros” de los que hace 15 años creíamos desvanecido cualquier vestigio en este continente. Un espectáculo en verdad grotesco el que protagonizan estos seres, perdida su identidad en un marasmo de insignificancia al no ser ni militares ni policías. No se hayan, como decimos en criollo. Tal vez ello explique la bestialidad con que actúan, debe ser una especie de revancha consigo mismos.
La gente comenzó a pararse permitiendo que los muchachos se colocaran detrás, gritando “fuera, fuera!” a los guardias mientras tapaban con sus cuerpos los de los chamos. Todos encaramos a los guardias gritándoles que no les permitiríamos sacar de allí a los muchachos. Fue tan fuerte la reacción de quienes nos encontrábamos en el local, que en cosa de instantes uno de ellos, el más retaco pero cuya cara rezumaba odio, dijo: “vámonos” y, acto seguido, echó mano de uno de los jóvenes gritándole: “¡Tú echaste a correr, te vi, te vi!”…todos nos preguntábamos cuál era el delito de “echar a correr” si venían huyendo de los gases, de los perdigones y de una paliza segura?
Alcancé a ver al joven que se llevaban en una moto, colocado entre un par de GNB, alto, flaco y de camisa blanca. Indagué acerca de su identidad y una joven, que logró rescatar su cartera en medio del agite, vio en la CI: Luis Alberto Niccolino, si mal no recuerdo. De inmediato coloqué el nombre en twitter. Lo más curioso de todo esto es que, de acuerdo al relato de algunos, él no participaba de la protesta, sólo comía una hamburguesa en la plaza y, al comenzar la refriega, se retiraba de allí entre los muchos jóvenes que corrían. Y más curioso aún: el joven secuestrado –porque eso fue y no otra cosa, un secuestro– , según había confiado a los chamos, estudia en la Unefa, “trabajo con ellos” les había dicho asombrado. Suponemos que debían justificar el “operativo” y alguno preso se tenían que llevar…. ni saben a quien se llevan, sólo “pescan” a uno, así de sencillo, como meter la mano en una jaula y atrapar a un polluelo.
La gente continuaba increpándolos: “Por qué no van tras los malandros?, dejen en paz a los chamos!”…al salir la GNB el restaurant volvió a cerrar sus puertas. Dentro, nos dedicamos a calmar a los muchachos y a pensar en una manera de sacarlos de allí y ponerlos fuera del alcance de la GNB. El local no tenía otra salida que la principal y fuera había no menos de 30 o 40 de ellos con sus respectivas motos y armamento anti motín, esperando como caimanes en boca de caño. Noté que el número de chamos era más o menos el mismo que el de GNB lo que indica que, literalmente, ¡se movilizaba un guardia por chamo! Con cabeza fría a pesar de la indignación reinante y gracias a la colaboración de todos, se logró el objetivo: todos los chamos se pusieron a salvo.
Después de lo presenciado ayer, si desde siempre he admirado, simpatizado y agradecido a los jóvenes su arrojo, su valentía y su mística de lucha, ayer se me crecieron como chaguaramos. Claro que estaban asustados y no es para menos. Lo admirable es que persistan a pesar de ello. Ese es el verdadero coraje. Y regresan, y siguen, y vuelven, hasta sacarle arrugas a la cara más fea de la represión: la GNB. También fui universitaria y participé de numerosas refriegas. Cada quien vive lo que le toca. Pero, en este país, en honor a la verdad, a ninguna generación le ha tocado lo que a esta. Toda dictadura hace presos, tortura y censura. Pero estos chamos no solamente van presos y son cobardemente maltratados, sino que se enfrentan, cuerpo a cuerpo, piedras contra balas, pecho desnudo contra chalecos protectores, pañuelos mojados en vinagre contra “gas del bueno”, desprovistos contra efectivos armados hasta los dientes. Una pelea tan desigual que, de una vez, coloca al más reticente del lado de los carajitos. Y a cualquier mujer, sea o no madre, del lado de quienes podrían ser sus hijos.
Como escribió Andrés Eloy Blanco, al verlos en riesgo,
“se tiene todo el miedo del planeta
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda”.
Ayer, hay que decirlo, la GNB descendió, una vez más, a la categoría de microbio. Ver aquellas caricaturas de robocops arremetiendo contra chamos que sólo tenían sus pies para correr, mientras todo el mundo les gritaba recordándoles su oficio, era realmente patético. Esos chamos saben lo que quieren y lo quieren con el corazón. Los otros siguen órdenes de quienes son peores. Los estudiantes están dispuestos a todo. Los otros, sólo a reprimir. Esos chamos son el verdadero “ejército” de la patria, el que respetamos, el que enorgullece, el que parirá el nuevo liderazgo que el país tanto necesita porque se están curtiendo en el combate solidario, como aquellos del 28, o los líderes recios que se forjaron y formaron al calor de la resistencia contra MPJ. Los estudiantes que hoy pelean en las calles de nuestras ciudades son el contingente que nos confirma en la certeza de un futuro brillante.
Agradecí estar allí y compartir con ellos ese momento de angustia. Y siento orgullo de la reacción de un público que desmiente el estribillo -muy conveniente a ciertos sectores refractarios- que presenta a esta sociedad como apática y miedosa. Aquí hay resortes y ayer funcionaron.-
Macky Arenas