Julio César Arreaza.
Conocí al almirante Mario Iván Carratú Molina en Miraflores, cuando vino a ocupar la Jefatura de la Casa Militar del presidente Carlos Andrés Pérez. Yo ya me desempeñaba como Secretario del Consejo de Ministros desde el inicio del mandato del presidente Jaime Lusinchi, y permanecí, sorpresivamente para mí, dos años más en palacio por expreso pedimento del Dr. Reinaldo Figueredo, un estadista excelentemente bien formado que no ha sido reconocido como merece.
Carratú lanzó al comienzo de este año un mensaje en donde analiza los antecedentes, que iremos citando, los cuales condujeron al accidente histórico de un régimen castro- comunista.
Admiro al almirante Carratú por ser un oficial decoroso de nuestra Fuerza Armada que supo cumplir con firmeza su deber de defender la Constitución y la Democracia y junto a CAP observó una conducta heroica oportuna que coadyuvó al fracaso de la asonada militar del 4F.
Me permito ofrecer mis comentarios como testigo cercano a los hechos.
“La Noche de los Tanques el 26 de octubre de 1988”, que tuvo lugar al final del gobierno de Lusinchi, no fue según Carratú, investigado y más bien el hecho fue disimulado entre militares y gobierno, con el silencio de los actores intelectuales y premio a los actores materiales, solo un chinito verde oliva investigado.
A este cronista le alarmó aquella escaramuza militar y coincido en que no hubo una explicación clara al respecto. Entiendo que el presidente Lusinchi compartió lo investigado con CAP quien se encontraba concluyendo su campaña electoral, me consta que el gobierno saliente, como es lógico, no quería perjudicar, en lo posible, con sus medidas y actuaciones, la campaña del candidato compañero.
“La presencia de Fidel Castro en la Toma de Posesión de Carlos Andrés Pérez”, para el almirante Carratú este hecho constituyó un error político, por cuanto ya se conocía la penetración de Fidel Castro en Venezuela y la actuación de los embajadores Hernández Cúrvelo y Sánchez Otero. Por mi parte rechacé, a título personal, la presencia del tirano y decidí quedarme en Miraflores y no asistir a la toma de posesión en el Teatro Teresa Carreño, lugar escogido para poder albergar a las numerosas e importantes delegaciones extranjeras invitadas. Soy de opinión que pese a las incomodidades de la sede del Congreso por limitaciones de espacio, era necesario realizar el acto allí por su significación republicana. La prensa y la gente lo calificaron de Coronación, no les faltaba razón, yo hubiera preferido una sesión austera. (Continuará).