La cultura malandra
Elides J. Rojas. El Universal 14.11.2013
No es que no existiera antes de la llegada del proceso revolucionario más bravo del mundo. Ya el país tenía bastantes signos de malandrismo, tanto en los niveles más básicos de la población como en las alturas del cuello blanco. Justamente por esa razón aparece el chavismo como una posibilidad de redención. Los militares golpetearon dos veces en 1992 con el discurso de adecentar al país a flor de fusil. Pero, resultaron más ladrones que los de antes.
Y más que ladrones algo peor: corruptores en todo sentido. Una cosa es que les hayan entregado la nación a los cubanos o que hayan desviado recursos inmensos para mantener a los vagos malandros tipo FARC de otros países con el cuento de la revolución mundial, y otra muy distinta que hayan desmadrado a gran parte de la población, que hayan hundido en el malandrismo a millones de venezolanos. Por donde se meta conseguirá la inevitable marca del delito. Y eso que estos estafadores venden la idea de que son portadores de una especie de gen santificado que se traduce en moral y conciencia revolucionaria y que, además, poco a poco irá surgiendo el hombre nuevo. Pues, lamentablemente, esa mítica figura trascendental no está naciendo. Más bien lo que viene reproduciéndose es el malandro nuevo, peor que el anterior. Un país, haciendo las salvedades del caso y apelando al recurso de las honrosas excepciones para no herir demasiado, realmente podrido desde las bases hasta los liderazgos o al revés, como quieran.
El liderazgo malandro llama a saquear literalmente en nombre de la defensa de los derechos del pueblo. El pueblo, esencialmente desviado, salta a las calles a comprar lo que sea o a romper vidrieras por lo que sea y como sea. Desmadre total en el país. El soberano revende casi al mismo precio que tenían los comerciantes lo que sacó o compró a precio obligado y, como es natural, rápidamente una mafia se organiza para centralizar las compras al soberano y nace un fuerte mercado negro de línea blanca y electrónicos. Bello, pues. Esto solo es posible en un país podrido. Mientras tanto la dirigencia malandra acusa a la oposición y amenaza con leyes habilitantes para seguir alimentando la plataforma delincuencial que reina en el gobierno y en la población.
Además, como manda cualquier revolución, los grupos armados llamados colectivos, que no es más que otro atajo de malandros, salen a las calles a cumplir con las órdenes del liderazgo torcido y amenazan a los comerciantes, les cobran vacuna y les cierran los negocios. Todo esos enmascarados, encapuchados montados en sus motos y con las armas visibles. Esto se vio a tres cuadras de Miraflores en plena avenida Urdaneta. Es un país podrido, sin duda.
Y así en todo. Se roban la plata en los consejos comunales. Se roban las partidas secretas. Emiten bono para repartir los dólares entre los mismos que ordenan la emisión. Trafican con drogas. Trafican con contrabando de comida y gasolina. Hacen negocios con la importación de alimentos. Compran comida barata y podrida. Hacen negocios sucios con las compras de armas. Hacen trampas hasta con las elecciones. Todo en nombre de la decencia revolucionaria. Una verdadera estafa.
El país está podrido, sin ninguna duda. Va ganando la cultura malandra.