Carlos Romero
No nos debe sorprender la conducta que hemos visto expresada en largas colas para comprar TV, línea blanca, equipos electrodomésticos, porque esa misma conducta ya la habíamos experimentado hace 5 años atrás, pero fuera de las fronteras nacionales. Además, es una conducta coherente con nuestra cultura de “raspar la tarjeta cadivi”.
El venezolano cada oportunidad que ha tenido para comprar a bajos costos TV, línea blanca, celulares, zapatos importados, no pierde y saca dinero de donde no hay, incluso prestando, porque algunos saben que la reventa de esos productos representa un gran negocio.
Recordemos que hace 5 años la frontera venezolana entre San Antonio del Táchira y Cúcuta vivía momentos intensos, favorables para los hermanos de Colombia, pues el venezolano viajaba, aguantando colas de hasta 5 horas para pasar el puente internacional Simón Bolívar, y así llegar a Cúcuta para vaciar los estantes con éstos mismos productos y pasar CADIVI; luego el gobierno tomó medidas restrictivas y eso se acabó. Hoy los colombianos pasan a San Antonio y San Cristóbal, para ser ellos quienes entonces vacían nuestros estantes.
Cuántas veces hemos oído la siguiente expresión: "mí cupo CADIVI no lo pierdo, es mío" y ¿cuántas veces hemos oído la siguiente expresión: "mí libertad no la pierdo, es mía"?.
Así como la tarjeta de crédito es la herramienta que nos facilita el uso de dólares a precio oficial; el voto directo, secreto y universal, es la herramienta que nos facilita el recorrido para recuperar las libertades perdidas.
Hoy hemos perdido la libertad de caminar en la noche por nuestros parques, plazas y aceras; hemos perdido la oportunidad de ir a un abasto o supermercado y conseguir a cualquier hora, los productos que queremos. Perdimos la capacidad de viajar en libertad, no es fácil conseguir cupos para pasajes aéreos, pero además, siempre se viaja condicionado al funcionamiento de una tarjeta de crédito o a la respuesta de CADIVI si nos otorga o no dinero en efectivo, según el monto que corresponda.
El gobierno, también, condicionó nuestra libertad a participar en nuestras comunidades en asuntos públicos a través del Poder Popular, y según la voluntad discrecional del Estado Central.
Por años, hemos venido permitiendo que el gobierno haga lo que quiera con nuestras libertades. Por ejemplo en el año 1999, al igual que en el año 1989 el poder central, nos quitó la libertad de votar de manera directa, secreta y universal, de manera oportuna por las autoridades locales, y pospuso en ambas ocasiones ese ejercicio de nuestro derecho político para fechas posteriores y cuando a bien lo consideró oportuno la instancia correspondiente.
En las elecciones del 2013, incluso, perdimos la libertad de elegir entre distintos liderazgos locales, con sus respectivos modelos de gestión local, pues sólo tenemos en términos reales dos opciones: por un lado el modelo comunal y por otro el modelo municipal.
El modelo comunal nos lleva a lo que ha llamado el Presidente Maduro: Democracia Comunal, en el cual las decisiones asamblearias terminan aniquilando el ejercicio directo del voto, secreto y universal. El modelo municipal, nos mantiene en la ruta de construir una democracia desde lo local, donde el voto directo, secreto y universal, sea la expresión soberana de la voluntad general.
El modelo municipal, nos conduce a una Democracia Local y es la garantía real de mantener el camino para la recuperación de nuestras libertades perdidas. No olvidemos que así como una tarjeta de crédito facilita el acceso a CADIVI, la participación electoral masiva a través del voto directo, secreto y universal, es la única herramienta que en lo inmediato y en la práctica nos garantiza mantenernos en la ruta para recuperar nuestras libertades y volver a entender el valor de la Democracia.
Carlos Romero Mendoza.