Diálogo al estilo comunista
SOBRE LA MARCHA
Por ELIDES J. ROJAS L. 24.06.2013 -12:47 PM
Viejo dicho de la Selva Profunda, donde vive El Fantasma con sus pigmeos: comunista no tiene palabra. Aunque hay que aclarar que esta afirmación no es nueva. Ya en tiempos de la Unión Soviética y el satélite en que los Castro convirtieron a la isla esclavizada, la conseja corría entre políticos, diplomáticos, agentes secretos, comerciantes y hasta entre el pueblo común.
Desde que el castrocomunismo se apoderó de Venezuela de la mano del comandante muerto, quien abrió las puertas para la invasión pacífica pero armada de los cubiches, las experiencias de engaños, dobles caras y mentiras de los próceres del proceso sobran. Dicen los analistas que el problema de tratar con comunistas es que su visión del modelo de sociedad les impide ver cualquier opción intermedia en cualquier aspecto, pero eso no los frena a la hora de negociar o ganar tiempo. Nunca estarán diciendo la verdad. El objetivo final de apoderamiento de la sociedad, de cubrir todos los espacios, de mandar en todos los rincones, de eliminar a todo lo que consideran enemigos, de destruir empresas privadas por entender que se trata de centros de explotación del hombre, de dinamitar toda iniciativa privada por calificarla de enemiga natural de un estado que no cree en espacios democráticos de nadie más que el propio grupito, clan o mafia que está en la cima del poder. Bajo ese andamiaje ideológico que, para más cuento, dizque está montado en beneficio del pueblo, de los pobres y del bien común, los comunistas justificarán cualquier desastre contra leyes, Constitución, normas, costumbres, instituciones. Lo que sea. Lo único que importa es el poder, el socialismo, el comunismo y la plata. Porque eso sí, comunista verdadero, de los que están arriba y manejan la cosa que sea pobre es otra entelequia. Fidel Castro, por ejemplo, está desde hace años en la lista Forbes de hombres más ricos del mundo. No puede ser de otra manera. Al tener el control de todo, al ser humanos sin límites morales, pues robarán parejo. Sin pena. Pero para mantenerse bien consigo mismo cuentan con la doble moral, un arma poderosa para usarla ante el pueblo, regularmente lo suficientemente ignorante como para dejarse esclavizar e, incluso, amar a sus amos y señores.
No es posible, entonces, un diálogo serio y creíble con esta gente. A la otra parte de la mesa, en el supuesto de sentarse a dialogar, no la ven como otra opción ni con ojos democráticos. Son sus enemigos. Así que cuando unos comunistas que van desde militares, abogados y hasta ignorantes con disfraz de ilustración se sientan a hablar con empresarios, habría que ser bien ilusos para pensar que saldrá un acuerdo serio y sostenible, un trato honesto y de conveniencia general. No señor. La cabeza del comunista, acorralado por sus propias torpezas y sus propias políticas de destrucción, anda en la onda de ganar tiempo. Sáquenme de esta coyuntura en la que ni papel toilet hay, yo les doy un respirito mientras tanto, y luego, al retomar la normalidad, zácata. Los saco del juego. Comunista no tiene palabra.
Viejo dicho de la Selva Profunda.
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