La gran mentira.
Eduardo Vásquez. Tal Cual.
Aquí Opinan
Jueves 11 de Octubre de 2012 | Pag. 23
Una de las características más extraordinarias de la extinta Unión Soviética fue su capacidad de montar alrededor suyo una pantalla impenetrable, semejante a las que traían las naves extraterrestres y las hacían invulnerables.
Los convertidos a ese pseudosocialismo eran inmunes a cualquier crítica, a cualquier información sobre las monstruosidades que se realizaban en ese siniestro sistema político. Ningún informe, ninguna critica, rompía lo que Churchill llamó la cortina de acero.
Prueba de ello fue la cantidad de partidos comunistas que había en el mundo entero. Y lo más sorprendente es que había entre sus miembros y simpatizantes gente de formación académica, no simples ciudadanos con poco nivel cultural. Da la impresión de que el mayor nivel intelectual convertía a la persona en uno más invulnerable aún. Y sorprende más que todavía haya personas que quieran repetir la experiencia soviética, o la cubana su copia fiel. Ya se sabe de los numerosos crímenes de Lenin, Troztky y Stalin. Se conocen los juicios de Moscú, los asesinatos de comarcas enteras, la falta de escrúpulos de cualquier tipo para delinquir políticamente. Uno de los crímenes más horribles fue el asesinato de las tropas polacas hechas prisioneras. Después del reparto de Polonia entre nazis y soviéticos Gran Bretaña y EEUU presionaron a los soviéticos y reconocieron al gobierno polaco en el exilio. El reconocimiento permitió (1941) que fueran liberados numerosos prisioneros de guerra. Se calcula que en la URSS había para la época 250.000 prisioneros de guerra. Además, después de la anexión de Ucrania y Bielorrusia Occidental, una importante parte de la población polaca había sido deportada a Siberia y Asia central: aproximadamente 1.200.000 personas en total. Fue entonces cuando un general polaco, Vladislav Anders, antiguo prisionero de guerra, se propuso constituir tropas polacas en la URSS y descubrió oficiales que figuraban en la lista de desparecidos La investigación permitió establecer que 15.000 oficiales faltantes habían sido encarcelados en tres campos, en los que habían permanecido hasta la primavera de 1940, y de allí en adelante se perdían sus huellas. En sus gestiones, Sikorsky se encontró con Stalin (Dic. 1941), y reiteró la pregunta. Stalin le respondió “Huyeron” y ¿dónde podían huir 15.000 hombres? Stalin: “A Manchuria”. En febrero de 1943, los alemanes anunciaron que habían encontrado en la selva de Kathyn los cuerpos de millares de oficiales que habían enterrados. Cada uno había recibido en la nuca una bala de fabricación alemana.
Enseguida los soviéticos ripostaron que ese crimen había sido obra de los hitlerianos. Se estableció luego que el crimen había sido cometido en 1940 por los soviéticos, esto es, antes de la entrada de los alemanes a Smolensk.
Después de muchos avatares se estableció que el crimen contra la flor y nata de los polacos había sido cometido por Beria. La masacre de Kathyn respondía enteramente a los objetivos de Stalin: depurar a Polonia de sus elementos patrióticos, liquidar la inteligencia, y preparar el terreno para un régimen pro soviético.