FRENTE HORROR
En el fanatismo no existe pensamiento ni dialogo, sino adoctrinamiento.
No es sano que la muerte absurda por la inseguridad, el atraco o abuso de poder, nos deje impávidos. Lo más humano es reaccionar, tener capacidad de respuesta nacional y no violenta, contra todo tipo de atropello. Es un postulado personal colectivo de calidad de vida, de respeto a los derechos humanos fundamentales.
Vivir del conflicto permanente, propulsar el odio por encima del afecto y de lo que tenemos en común, es una barbarie que impide la vida social en paz. Necesitamos promover una cultura que nos permita vivir en una sociedad plural donde se hace más urgente aprender a ponernos de acuerdo. Imponer la propia manera de pensar y vivir, creerse dueños de la verdad, manipular a mi antojo la actuación de otros, es caminar por el sendero torcido.
Toda intransigencia, todo fundamentalismo, todo totalitarismo, es decir, toda postura que por principio desconoce al otro, es un cáncer que sólo ayuda al caos social. “El fundamentalismo se esfuerza por reducir artificialmente la complejidad: Negación del pluralismo, conciencia de minoría, creación de un enemigo, estructuración alrededor del principio del líder, construcción de una verdad absoluta, rechazo de la ambigüedad y defensa del sentido totalitario de la tradición; he aquí los rasgos básicos del fundamentalista”.
En el fanatismo no existe pensamiento ni diálogo, sino adoctrinamiento. Para el ciudadano común, y más para el creyente la pluralidad, la alteridad y el diálogo con Dios me lleva a crecer en aceptación de la humanidad, de la naturaleza, del entorno, porque la pregunta fundamental es la que Dios le hizo a Caín: qué has hecho de tu hermano. Esa es la medida autentica que nos lleva a apartarnos del horror de la violencia.
Baltazar Porras. Arzobispo de Mérida y Vice-Presidente de la CELAM.
Urbe y Orbe Iglesia. Año 12. Nº 5.