Opinión El Nacional.
El Editorial
Países bloqueados Honduras y Paraguay
L a situación surgida en Paraguay nos revela el enorme desorden en que se ha convertido América Latina, tanto en la expresión práctica de sus gobiernos como en las instituciones internas y externas que han ido naciendo al calor de los diferentes discursos de integración económica y política. Lo que se perseguía como un ideal de unidad latinoamericana se desprestigia cada vez más y en su lugar aparecen facciones que pretenden colocar la brasa demasiado cerca de su sardina, olvidando que con ello deshacen los intentos unitarios.
Ya vimos como se montó un circo con lo ocurrido en Honduras, donde no sólo se puso en juego la democracia y sus instituciones, sino que se violó descaradamente la soberanía de ese país, en especial por el Gobierno de Venezuela que, de inmediato, se convirtió en el policía de la región sin que se le preguntara a ningún hondureño si ellos aceptaban esa presencia extranjera en sus asuntos internos.
Pero no sólo eso: al estilo de Estados Unidos décadas atrás, el gobierno chavista violó con aeronaves civiles y militares el espacio aéreo hondureño, transportó armas y aportó dinero para que una de las facciones en pugna retomara el poder porque así lo quería el Presidente venezolano. Ni Teddy Roosevelt lo hubiera hecho mejor en su mejor época.
Empandillados, como si el pueblo hondureño necesitara de padrinos militares del exterior, varios gobiernos convirtieron a la OEA en un teatro del ridículo, en una caricatura de sí misma al adoptar el discurso chavista sobre la soberanía popular, cuando en verdad Venezuela estaba interviniendo clandestinamente desde hacía meses para que el gobierno de Zelaya diera un vuelco y saltara la talanquera. Al ser descubiertos, no les quedó más remedio que medir fuerzas, perdieron y salieron con las tablas en la cabeza.
Hoy ocurre algo similar en Paraguay, país empobrecido, donde la demagogia y el populismo han reinado como un castigo histórico inevitable. Al igual que Honduras, Paraguay es una república económicamente débil, subordinada a los gigantes que lo rodean como lo son Argentina y Brasil, que le han impedido fortalecerse porque no les conviene para sus propios intereses nacionales.
Argentina ahora levanta la voz y clama por la democracia paraguaya pero jamás hicieron nada por robustecer sus instituciones ni mucho menos por alentar el desarrollo económico.
Los gobiernos argentinos, y en especial el de esta señora especialista en recibir maletas repletas de petrodólares desde Venezuela sin que se le caiga el maquillaje, carecen de moral para ordenar un bloqueo económico contra el pueblo paraguayo que vive en condiciones miserables. Bien harían en detener el tráfico de drogas, de armas, de terroristas y de dinero sucio.
Argentina hoy es el principal mercado de las toneladas de marihuana que se cultivan en Paraguay, y que han convertido a ese pequeño país en el gran productor de esa droga en el mundo.
El Nacional. 26/6/2012