Raul Castro y senadores norteamericanos. Miriam Celaya y funcionarios del mismo país. Imágenes tomadas de Internet
Encendí la tele, en uno de esos arranques de credulidad que de vez en cuando me asaltan. Quería escuchar el noticiero de la tarde, saber alguna noticia, acercarme a la distante y cercana realidad de Siria. Pero aquí las informaciones no se miden por la importancia que tienen para el resto del mundo… así que paciencia, mucha paciencia. Primero vino un reportaje acerca de alguna cosecha agrícola, cuyo aumento no hemos notado sobre nuestros platos; una crónica del crecimiento de frijoles, plátanos o litros de leche que siguen jugando a las escondidas con nuestras bocas. Soporté. No iba a despegar los ojos de la pantalla hasta escuchar sobre los muertos en Homs, las declaraciones de la Liga Árabe y el fallecimiento de dos periodistas a consecuencia de un bombardeo.
Los minutos pasaron, desinformados y angustiosos. De pronto veo una foto donde aparecía la blogger Miriam Celaya y otros conocidos rodeados de epítetos como “mercenarios” y “traidores”. El motivo era su participación en un taller sobre prensa digital, organizado en la residencia de un funcionario de la Oficina de Intereses de Estados Unidos. En las afueras del lugar un grupo de inquietos paparazis oficiales fotografiaban el hecho para después narrarlo a su manera en la televisión nacional. Siempre que ocurre algo así, me preguntó por qué el gobierno cubano mantiene abierta una representación de EUA en la Isla, si –como dice- ésta viene a ser un “nido de provocación”. La respuesta está contenida dentro de la propia interrogante: no podrían gobernar sin echarle la culpa a otro de la inconformidad creciente. Si encima de eso, las miles de personas que cada semana hacen filas en las afueras de esa sede diplomática para emigrar sintieran que no hay una salida a su frustración, muy probablemente ésta se volcaría en nuestras calles, en nuestras plazas. En fin, que el Ministerio de Relaciones Exteriores padece un visible conflicto de evitación-aproximación, amor–odio, aléjate–te necesito.
Me encantaría también saber qué les ocurre a los ciudadanos estadounidenses que visitan la correspondiente oficina cubana en suelo del vecino del Norte. ¿También salen sus rostros en los noticiarios, acompañados de insultos? La diplomacia –a diferencia de lo que creen muchos- no se hace a nivel de gobiernos ni de palacios presidenciales, sino de persona a persona. Por lo tanto, cada cubano debe tener el soberano derecho de visitar lo mismo la embajada de Irán o de Israel, de Bolivia o Chile, de Rusia o Alemania. Mientras estos contactos no sean un delito en el código penal deben ser permitidos y fomentados. Al gobierno le correspondería proteger esos intercambios, no dinamitarlos.
Para mayor sorpresa, al otro día veo en el mismo aburrido noticiario imágenes de Raúl Castro entrevistándose con dos importantes senadores estadounidenses. Pero en su caso no lo presentaban como “vendepatria” o “gusano”, sino como el primer secretario del Partido Comunista. Ya sé que muchos tratarán de aclararme que “él sí puede porque es un gobernante”. A lo cual, permítanme recordarles que el presidente de una nación es sólo un servidor público, que no puede incurrir en una acción que le está prohibida o satanizada a sus compatriotas. Si él está facultado para ello, por qué Miriam Celaya no. Por qué no invitan a esta mujer que nació en el mismísimo año 1959 –antropóloga y magnífica periodista ciudadana- a un espacio en algún centro público para que cuente su experiencia en el manejo de la prensa digital y no tenga que conformarse con el local que le brindan “otros”. ¿A qué no se atreven a permitirle un minuto –aunque sea en el peor horario de la madrugada- hablando en la televisión oficial que la censura y estigmatiza?
Lo más triste es que la respuesta a todas estas preguntas no aparecerán nunca en ese soso noticiario de la una de la tarde, ni en el de la mañana, ni en el de las ocho de la noche, ni en el de…
Yoani Sánchez . http://www.desdecuba.com/generaciony/