Editorial Tal Cual 7/11/2011
Es muy lamentable ser ignorante. Triste. Pero es realmente grotesco ignorar que se es ignorante y presumir de lo contrario.
Es lo que uno siente al oír a Esteban alabando su cultura, hablar sin empacho de todo cuanto ignora o tratar de agredir a sus adversarios tachándoles de incultos. El ignorante a secas merece nuestra piedad y, en lo posible, nuestra voluntad de que deje de serlo.
En el segundo caso estamos en presencia no sólo de una carencia de cacumen o de instrucción sino de una manifiesta mala fe, mezcla fatídica de torpeza intelectual y una enfermedad moral.
Ya el colega Boccanegra se refirió recientemente a un Presidente capaz de dárselas de sabelotodo y denigrar de la indigencia mental de sus rivales electorales, los cuales sin duda le llevan kilómetros de ventaja en cuanto a formación y saberes. Ahora queremos hablar de algo más serio que su pedantería de sargento: el decreto que obliga a todos los colegios, públicos y privados, a estudiar sólo en los libros editados por el gobierno, además de someter a aprobación gubernamental cualquier otro material que se maneje en los recintos escolares.
Es la lógica, en estado puro, del pensamiento único: sólo nosotros sabemos lo que los demás deben saber. Nosotros, omnisapientes, aunque no lo parezca, ni usted lo crea y hasta lo considere risible.
Saber, para ser más claro, que es prerrogativa del poder autoritario, del Comandante y sus escoltas sobre la tropa de los ciudadanos.
Ya hemos señalado en pasadas ocasiones que esos textos de distribución gratuita son un esfuerzo loable para los párvulos de escasos recursos y al parecer, aspecto en que repetimos la opinión de expertos, no es deleznable su elaboración técnica. No obstante estos mismos lectores atentos y diestros han señalado que están plagados, sobre todo el referido a ciencias sociales, de vulgares virus propagandísticos y politiqueros, en especial a lo referente al presente nacional. No podía ser de otra manera, la misma ministra Hanson ha dicho que hay que inculcar valores socialistas en la educación y ya sabemos lo que eso significa en la Venezuela de hoy, el culto a la personalidad, el desprecio del mérito, la corrupción voraz y otros muchos de la misma especie.
Ahora bien, qué podrá significar lo más grave del memorando, además del uso efectivo de los textos, el enviar al Ministerio de Educación libros, textos y todo otro material para su revisión y aprobación, antes de su circulación, distribución promoción, venta y uso en instituciones oficiales y privadas. No es más que una censura previa, diáfanamente fascista y por demás absurda. El maestro que quiera que sus estudiantes lean un ensayo de Picón Salas, un capítulo de El Principito, unos poemas de Montejo o un pasaje de la Biblia deberá pedir ese permiso preliminar. Y algún juez, que seguramente no habrá leído ni Doña Bárbara, dirá si es pertinente. Se supone que serán miles de peticiones y que necesitarán un ejército de eruditos censores para cumplir la misión.
Pura ignorancia y espíritu policial.
Ahora bien, amigo maestro, amigo estudiante, no le paren un ápice a esta bestialidad. Lean lo que quieran y critiquen sin piedad las necedades de las tres raíces y otros engendros. Los perseguidores son demasiado ignaros para perseguir a tanta gente con tan pocas luces.
Fernando Rodríguez. Tal Cual. Editorial del 7/11/2011