Maleta de palo La mía estaba pintada de azul, con una agarradera metálica y bisagras reforzadas para evitar que me robaran. Era una maleta de madera que me acompañó a varios campamentos agrícolas y finalmente la abandoné, ya rota, en un albergue de Alquízar. Creí que nunca más volvería a usar un objeto así, sobre todo después de que se anunciara el fin de los preuniversitarios en el campo. Parecía que la baja productividad y los altos riesgos habían hecho desistir a las autoridades cubanas de seguir llevando estudiantes adolescentes a trabajar en la agricultura. Pero el espectro de aquel Seguir leyendo