IVIC AL ROJO
JAIME REQUENA
conciencia.talcual@gmail.com
El ministro de Ciencia y Tecnología, Ricardo Menéndez, hace cuatro días nombró al nuevo Director del IVIC. El tapadito resulto ser Eloy Sira, un graduado de Física de la Universidad de Los Andes (Mérida) con un Doctorado del IVIC. Con sus 51 años a cuestas, deambula intelectualmente por los predios de la físico-química teórica, teniendo en su haber una docena de publicaciones en revistas arbitradas especializadas. Su carrera como investigador comenzó en el 2000 con la publicación de un artículo sobre las “Inestabilidades térmicas no lineales en películas ópticamente finas de plasma”. Su productividad le valió su ingreso al Programa de Promoción del Investigador (PPI) en el Nivel I.
Al igual que sus dos antecesores en el cargo, Ángel Viloria y Máximo García Sucre, para la designación de Sira el gobierno no tomó en cuenta la opinión de la Asamblea de Investigadores del Instituto. Ésta, compuesta por 120 investigadores, recomendó que se nombrara como Director a la investigadora Flor Pujol.
En la elección llevada a cabo apenas horas antes de la designación oficial del nuevo Director, Pujol obtuvo 82 votos contra 18 de Sira.
Flor Pujol es una graduada de Biología Summa Cum Lauden de la Universidad Simón Bolívar con un Doctorado del mismo IVIC. Casi con el mismo número de años que Sira, ella es un experto en inmunología, especializada en virología de las enfermedades más comunes de nuestra población, como es la hepatitis. Ella tiene en su haber más de cuatro (4) docenas de publicaciones en revistas arbitradas especializadas y como reconocimiento a su excelencia académica, recibió el Premio Polar. Fue miembro fundador del PPI y alcanzó el Nivel IV.
El porqué el ministro Menéndez escogió a un prototipo del “Ciro Peraloca” que tanto desprecia Chávez y, obviamente, el menos apto para el cargo, desechando a una buena investigadora dedicada a resolver apremiantes problemas de salud de nuestra sociedad, tiene que ver con la primacía de lo más bajo de lo político como norma fundamental de acción del Gobierno; falta de conocimiento por parte de las autoridades sectoriales de los actores y de las realidades del sistema de ciencia y tecnología nacional y; una concepción postmodernista de lo que es y debe ser la ciencia. Ese coctel de utopías con ignorancia, sazonado con una amplia dosis de resentimiento, desemboca en una irracionalidad jamás vista en nuestra comunidad de ciencia y tecnología.
Durante los últimos ocho años, la práctica revolucionaria de desconocer la voluntad democrática de los investigadores del IVIC para escoger sus autoridades, ha llevado a la institución a la postración científica y una minusvalía operacional. Por ejemplo, el Instituto hoy en día no tiene la trascendencia, vitalidad o empuje que tuvo bajo Roche, Carbonell, Villegas o Layrisse; ni siquiera puede publicar sus Informes Anuales, valioso instrumento de comunicación mediante el cual los investigadores y la institución rendían cuentas a la sociedad de sus logros científicos. Ese IVIC rojito, apenas es otro despacho oficial más, saturado de afiches del Che y consignas que nada tienen que ver con la creación intelectual.
Lo participativo y protagónico quedó fuera en esta decisión del embudo rojito.