La absurda marcha
Viernes, 14 de mayo de 2010 Eugenio Leal Comments off
Durante años, en Cuba, hemos palpado día tras día cómo retrocedemos. A medida que el entorno y nuestra vida se deterioran el discurso oficial, en los medios masivos de difusión, se hace más y más triunfalista. El proceso involutivo es paulatino y acondiciona el acomodo psicológico. Así al pasar el tiempo se instala en el subconsciente colectivo la apatía y resignación.
En dos pivotes articuló el gobierno su campaña ideológica: en la salud pública y la educación. La atención en la salud pública está en precarias condiciones, con miles de especialistas en Venezuela a cambio de los recursos que les ha permitido a la dictadura permanecer en el poder sin efectuar una apertura democrática. Otros centenares por el mundo contribuyen a crearle al gobierno una imagen altruista y de las bondades del modelo social en la Isla. Ahora, que la congénita crisis económica hace crujir peligrosamente las bases del sistema, hablan de racionalizar y optimizar los recursos. La realidad es que los servicios médicos a la población cada día son más deficientes.
A su vez la enseñanza ha zigzagueado según los caprichos del Pedagogo en Jefe. El resultado de sus constantes improvisaciones empíricas, el énfasis en el adoctrinamiento y no en la enseñanza, así como el éxodo de profesionales del sector, en busca de mejor remuneración, la ha llevado al peor momento de toda la historia docente del país.
En este curso escolar 2009-10 los padres se encontraron que el acceso al nivel medio y superior de sus hijos pasaría por una cadena de requisitos. La cantidad de alumnos en esos niveles de enseñanza estaría regulada. Como el país está en total bancarrota y el Estado lo determina todo, fijó las cuotas de ingreso.
Ya el actual Jefe de Estado así como sus pregoneros habían aludido al tema para crear en la población la correspondiente preparación psíquica y que aceptaran la nueva imposición, en un asunto tan sensible como la preparación técnico-profesional de sus vástagos. El nuevo enfoque está lleno de aristas dado que siempre se enfatizó que los salarios, y la calidad de vida en general, eran modestos por las posibilidades de acceder a la salud y la enseñanza gratis.
La realidad es que por la falta de atención, durante decenios, se perdió la tradición y calidad en toda una gama de labores en los que existía una altísima especialización: albañilería, carpintería, jardinería, entre otros. Se crearon calificadores unificados de cargos y, paradójicamente, se subestimó el trabajo manual. En teoría se construía el paraíso de los trabajadores, en la práctica el trabajador es el medio y el dirigente el fin. Dejar de realizar una actividad productiva y convertirse en cacique, aunque sólo fuera con una pluma en la cabeza, pasó a ser más estimulante. Las posibilidades de realización personal y calidad de vida se vincularon con el tamaño del penacho burocrático y no por la capacidad y calificación del ciudadano.
El resultado, de imponer esa enfermiza arquitectura social, es que todo lo que tiene que ver con el ser humano está dañado en nuestra sociedad. Con razón se le ha calificado de genocidio antropológico. Demorará generaciones en recuperarse la nación. Ningún otro país de la región ha sufrido tan prolongada y sistemática política de degradación y sometimiento de la población.
Como una muestra representativa de lo que ha pasado en Cuba, desde 1959 hasta la fecha, tenemos la Fundación Inclán, que se ubicaba en la calle Carmen e/ Cortina y Figueroa, en la Víbora. Según cuentan los vecinos más viejos, la misma era una escuela para niños de familias con bajos ingresos. Los alumnos recibían la enseñanza general, se les preparaba en las asignaturas correspondientes y labores prácticas al trabajar en los talleres con que contaba la institución. Una vez que el Estado pasó a controlar todas las actividades, de la sociedad y los individuos, las instalaciones docentes pasaron a ser -se decía de forma eufemística de todo el pueblo- en realidad de la cúpula gobernante y la burocracia que se constituyó en una nueva clase.
Millones de metros cúbicos de hormigón se han empleado en túneles. Hoy la Ciudad de La Habana se asienta sobre un gigantesco queso horadado, supuestamente para “la guerra de todo el pueblo”. Lo real es que serían cárceles subterráneas en “la guerra del pueblo”. Sin embargo, para el mantenimiento y conservación de la otrora flamante y encomiable Fundación Inclán, no se asignó materiales ni fuerza de trabajo. Es una muestra de la absurda marcha hacia la ruina.
Crónicas del día a día del comunismo cubano. Las nuevas leyes pretenden construir un modelo fracasado para disfrute de la boliburgesía (nomenklatura) militarista criolla.