Podredumbre del siglo XXI
Marta Colomina
Aquí no hay moral, ni Patria socialista ni revolucionarios al servicio del pueblo…
El discurso contra la corrupción de las “cúpulas podridas de AD y Copei” y la oferta de una justicia alejada de los partidos y del “cuanto hay pa’ eso” que llevó a Chávez al poder, se le devuelve como un boomerang a once años de su ineficiente y pervertido gobierno. El aporte de CAP a la presidenta Chamorro (por el que fue enjuiciado y destituido) es una minucia al lado de los más de $60 mil millones regalados por Chávez a sus compinches externos, a las inmensas fortunas de sus boliburgueses y a los escandalosos emolumentos de sus magistrados que pagan con sentencias inconstitucionales el totalitarismo de Chávez.
El saqueo chavista no tiene parangón: habiendo recibido más de un billón de dólares entre ingresos petroleros y aportes fiscales (mucho más que la sumatoria de todos los recursos oficiales desde Betancourt hasta Caldera 2) Chávez ha endeudado al país en más de $ cien mil millones. Quien bramaba contra los corruptos e ineficaces de la Cuarta, quiebra hoy las empresas públicas y, en acciones de mero pillaje a las que denomina “expropiaciones”, se apodera de empresas y fincas privadas que pronto convierte en chatarra o tierra arrasada. Su ridícula propuesta para “lograr la soberanía alimentaria” de los gallineros verticales, las rutas de la arepa y la empanada o los cultivos organopónicos que fueron reducto urinario de todo cuanto borrachito y perro pasaba por el centro de Caracas, se tradujo después en agresivas confiscaciones. La obsesión de Chávez por Fidel Castro (rechazada por el 87% de los venezolanos) se orienta hacia la estatización de la economía que arruinó a Cuba y sometió a los cubanos a la represión y hambruna generalizadas. Como la rapiña propiciada por la Ley de Tierras fracasó (los fundos zamoranos pasaron a mejor vida y las fincas son hoy un peladero) Chávez decidió competir (para después confiscar) con la agroindustria privada y comenzó a importar masivamente alimentos mientras seguía la política de “tierra arrasada”. Hoy producimos un millón menos de caña de azúcar, 100 mil toneladas menos de naranja, 300 mil menos de cambur, un millón menos de frutas y miles de toneladas menos de carne, maíz, arroz y café, rubros que ahora importamos. Hasta el BCV reconoce la caída estrepitosa de la producción agrícola e industrial. En plena orgía de petrodólares imperiales, los voraces rojitos vieron que importar alimentos sin control era un gran negocio.
Chávez compró la idea de crear Pdval (administrada por los “guisadores” petroleros hartamente denunciados y nunca castigados) que competiría contra la “oligarquía” de la agroindustria, especialmente contra la odiada, por exitosa, Polar. El inmundo negocio se inicia con la creación de una empresa fantasma en un paraíso fiscal (después surgirían otras) que es rápidamente reconocida por Cadivi con la asignación de $ a 2,15. La compañía compra productos vencidos o próximos a vencerse, con descuentos del 70 al 90% y exige facturas al costo original y hasta muy superior. Los sobreprecios son bestiales. Los productos llegan a Venezuela y al recibir los $ de Cadivi, las mafias deciden que era más rentable dejar los alimentos pudriéndose (cuyo costo de almacenaje en dólares era otro negoción de los rojitos, incluidos militares). Despojados los gobiernos regionales de los puertos y pasados al poder central, quedaba libre el camino para la corrupción roja-rojita. Bolipuertos es “administrado” por cubanos que simulan “supervisar” a través de Cuba Control, S.A., la “calidad y cantidad” de los alimentos desde su origen hasta su destino, labor que antes era cumplida por empresas internacionales especializadas (como la Lloyd de Londres), pero el campeón de la “ética socialista” decidió que fuera Cuba Control, S.A. Es decir, zamuro cuidando carne .
El proceso de vacunación solo alcanzó el 5% de la población, mientras en un depósito oficial del Táchira hay un millón de vacunas vencidas, queman medicinas en Maturín y siguen apareciendo toneladas de alimentos podridos por alertas de trabajadores de Pdval, a quienes despiden por denunciar. La podredumbre inunda todo lo que toca quien dice ser ejemplo de ética y de moral. Los interventores de las casas de bolsa, cuya misión es defender a los ahorristas y a los accionistas minoritarios, cayeron como aves de rapiña al autoasignarse sueldos de hasta 65 mil BsF y emplear personal amigo (también con sueldos fabulosos) con cargo a las casas del bolsa. Una interventora de Nueva Esparta compró línea blanca y cargó los costos como gastos de “representación”.
Aquí no hay moral, ni Patria socialista ni revolucionarios al servicio del pueblo. Lo que hay es una banda de filibusteros que, en nombre del pueblo, están acabando con Venezuela.