Viviendas rusas

¿Viviendas rusas?

Miguel Bahachille M. El Universal.

Cuesta entender cómo el régimen incurre en tantos y tan seguidos errores para enfilarse hacia un récord histórico de desatinos. El país se ha sostenido en la última década básicamente por el ingente ingreso petrolero que permitió instaurar una enorme burocracia que consume buena parte del erario. Esa distorsión, lejos de beneficiar a la mayoría hacendosa, crea una trama de dependencia, incertidumbre y decepción sin precedentes. El prorrateo de la dádiva populista es política optada por países cuyos pueblos, además de la miseria, están sometidos a restricciones caprichosas del autócrata.

La descocada idea de establecer un convenio con Rusia para fabricar viviendas en el país no pasa de ser otra extravagancia ruinosa. Antes se había intentado con China e Irán. En Rusia aún prevalecen la arquitectura y los sistemas constructivos de prefabricación heredados de un régimen tiránico que sometió al pueblo a la gabela del lúgubre soviets. Además del desbarajuste económico, el comunismo provocó un considerable decremento en la construcción de viviendas.

El régimen marxista se había concentrado en el desarrollo de enormes edificios longitudinales con apartamentos entre 40 y 55 m2 como aguijón para tener en raya el crecimiento poblacional. Las parejas se inhibían de tener hijos por carencia de espacio físico. La vida social se hacía en los parques y espacios públicos abiertos como por ejemplo en La Plaza Roja de Moscú. Ese condicionamiento aún prevalece y según versados en la materia contribuye, entre otras sombrías fuentes, al dramático descenso de la población rusa.

Por otra parte, las condiciones estacionales y los sistemas constructivos de ese gélido país no pueden ser trasladados al nuestro. Es absurdo tratar de reproducir modelos estructurales y urbanos extraños siendo que la ingeniería venezolana, mundialmente ponderada como de avanzada, dispone de sus propios métodos altamente calificados.

¿Rusia? En la década de los noventa la planificación urbana en ese país fue prácticamente ignorada. No hubo nuevos desarrollos. En el decenio siguiente hubo un pequeño repunte que, de paso, generó numerosas críticas por repetir el clásico modelo de viviendas de los micro distritos de la era soviética. El Gobierno central, incapaz de atender la demanda, se vio obligado a delegar los futuros desarrollos en los gobiernos regionales. La corrompida burocracia ni siquiera ha podido ocuparse del deterioro de las viejas casas (jrushchovkas) de la era soviética. ¿Son ellos los indicados para planificar nuestros programas habitacionales?

Con todos sus altibajos la planificación urbana y la construcción de viviendas en Venezuela puede ser ponderada como exitosa. Entre 1978 y 1998, bajo la dirección de excelentes profesionales venezolanos (arquitectos, ingenieros y constructores), con apoyo de entes del Estado como Inavi y MOP, se logró construir un promedio anual aproximado de 71.000 unidades; es decir 1.490.000 en 21 años sin contar los desarrollos privados para la clase alta y media alta. En cambio entre 2000 y 2005, en 6 años, con mucho más dinero, se edificaron si acaso 114.000 unidades (19.000 al año). ¿Es asunto de rusos, chinos o iraníes, o de ineficacia socialista?

¿A qué nos lleva todo esto? El orden urbano se deprava, con todas sus secuelas, a gran velocidad. Ciertamente el déficit habitacional siempre ha existido pues la producción de viviendas ha estado a la zaga del incremento poblacional. Ahora, según el presidente de la Cámara de la Construcción, cada año se construyen en Venezuela entre 70.000 y 80.000 ranchos. Ese promedio existía en “la cuarta” pero de viviendas dignas. En otras palabras: estamos sustituyendo casas por ranchos; techos de concreto por los de zinc. ¿Qué cantaría hoy Alí Primera respecto a los techos de cartón?: ¿Viva la revolución?

miguelbm@telcel.net.ve

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