Visitando a los exiliados económicos
Adolfo P. Salgueiro (El Universal)
Lástima que Venezuela se encuentre en la condición de exportadora de cerebros
Tal como lo hacen muchos padres en estas fechas, estamos en el propio “imperio” aprovechando los días de Semana Santa para visitar a tres de nuestros cuatro hijos, todos ellos universitarios que comparten con varios cientos de miles de sus pares y coetáneos la condición de exiliados económicos. Con ellos están cinco de nuestros siete nietos cuyo nexo con la venezolanidad se está volviendo más tenue.
Esta gente preparada, joven y dispuesta es la que a través de la educación universitaria obtenida en Venezuela -ya sea en universidades públicas o privadas- aspiraba asumir en algún momento la conducción del país no por ser oligarcas ni burgueses ni traidores sino por estar preparados. Ellos eran los destinados a ocupar los puestos de dirección que un esquema de desarrollo razonable hubiera creado.
No ha sido así. Los entendemos toda vez que este columnista en situación similar optó por el mismo camino hace varias décadas cuando Argentina atravesaba situación parecida. Entonces Venezuela atraía a quienes tenían educación y ganas de “echarle pichón”. También atraía a otros pero eso ya es tema diferente.
La tristeza que ocasiona experimentar la separación física de la familia seguramente equivale a la que sufrieron los progenitores españoles, italianos, portugueses y otros que permanecieron en su tierra cuando la juventud partió hacia América. Afortunadamente ahora los medios de comunicación mitigan los rigores de la separación aun cuando no los resuelven.
Hoy Venezuela exporta no solo petróleo sino talento. Ese talento es un activo importante porque es el más necesario para el país, porque no se compra ni se construye de un día para otro y porque consume importantes recursos materiales para lograrlo.
Tremendo negocio hace EEUU, Canadá, España y otros destinos acogiendo sin mayor dificultad y en forma gratuita activos intelectuales formados y pagados por Venezuela con fondos públicos en gran parte de los casos.
En otras palabras, mientras Venezuela desangra lo mejor de sus activos humanos, lo que crece es la inseguridad, el crimen, la pobreza, la “viveza criolla” y demás indicadores que no son los que llevan a la “mayor suma de felicidad posible” a la que aspiraba el Libertador.
Se pregunta uno: ¿el día en que se acabe esta pesadilla del socialismo del siglo XXI y su gramínea adjunta, cuando haya que reconstruir la patria en general y la economía en particular, será que todos estos muchachos abandonarán sus puestos en el exterior para regresar? Lo dudamos porque eso mismo experimentamos nosotros cuando la democracia regresó a Argentina en 1983 pero ya nosotros habíamos echado raíces y comenzado a amar en forma apasionada y definitiva a esta tierra venezolana y a su gente, con todos sus activos y pasivos pero ya definitivamente nuestra.
Lástima grande que Venezuela, cuyo mayor índice histórico de progreso coincidió con la llegada de la inmigración y de la democracia ahora se encuentre en la condición de exportadora de cerebros y de escenario de experimentos políticos cuyo fracaso ya ha sido demostrado muchas veces y que no auguran un futuro promisor.
Quienes tenemos hijos “expatriados” entendemos las palabras de Salgueiro en toda su dimensión y dramatismo. ¿Ciencia impertinente para los talibanes encapuchados tira piedras a la entrada de la UCV? Magisters y PhD en odio y destrucción dirigiendo los destinos del País y cernícalos escribiendo leyes, cómplices del saqueo boliburgues.