La añeja costumbre indica que para acabar con las cosas malas es mejor utilizar el fuego.
Así, todos los 31 de diciembre, unos minutos antes de la medianoche, el año viejo se despide entre llamas junto a un monigote que recuerda las experiencias y situaciones infelices que se desean olvidar y dejar atrás para dar la bienvenida al ritmo de 12 campanadas a otros 365 días.
En los estados Táchira y Mérida esta tradición no sólo se mantiene sino que se ha convertido en motivo de movilización de comunidades enteras, que se esfuerzan por crear llamativos años viejos. En San Cristóbal, los vecinos de la carrera 4 perdieron la cuenta del tiempo que llevan haciéndolo; sin embargo, recuerdan que desde hace 27 años el monigote lleva una connotación política.
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