Crisis Eléctrica

Análisis
Luz: otra receta cubana. Por Oscar Medina
En 2002 ya existía una comisión presidencial para hacer frente a la crisis de energía eléctrica. Los responsables sabían lo que tenían que hacer y en qué había que invertir. Pero se impuso Cuba. * Oscuro paradigma

Todos los que podían hacer algo al respecto estuvieron ahí. O enviaron a un representante. En julio de 2002 el nivel de las aguas del embalse de Guri estaba en lo que se conoce como “zona de alerta” y la previsión era que en la época de sequía del año siguiente podría presentarse una verdadera emergencia en el suministro eléctrico nacional. Había que hacer algo ya, les dijeron los expertos en esa reunión del 3 de julio. Había que empezar una racionalización de energía para evitar futuros cortes forzados. Había que hacer tantas cosas. Y no se hicieron.

La actual crisis eléctrica no solo es vieja, sino que podría tener otra explicación más allá de El Niño y del supuesto consumo desaforado de luz del que se acusa a los venezolanos. Estamos donde estamos por un asunto político. En 2002 se tomó una decisión de ese tenor: no habría racionamiento porque el Gobierno no quería asumir el costo de una medida impopular. Se operó en riesgo y se apostó a las lluvias. Y por suerte llovió. Eso dejó las advertencias de los planificadores en letra muerta. Y después vinieron los cubanos.

Miguel Lara fue gerente general de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados, Opsis, el centro que por encargo de Cadafe, Edelca, Electricidad de Caracas y Enelven coordinaba la planificación eléctrica del país. El 3 de julio de 2002 tuvo el honor de hacer la presentación sobre el estatus de riesgo del sector la segunda vez que se reunió la “Comisión Presidencial para la Atención del Riesgo Potencial de Insuficiencia en el Suministro de Energía Eléctrica”.

La cita fue en el despacho del entonces vicepresidente de la República, José Vicente Rangel, y entre la concurrencia destacan en la minuta del día Diosdado Cabello, Alí Rodríguez Araque, Francisco Rangel Gómez (CVG), Álvaro Silva Calderón y Nervis Villalobos por el Ministerio de Energía y Minas, y la plana mayor de las empresas eléctricas.

“El diagnóstico que presentamos indicaba que de seguir la tendencia de ese entonces íbamos rumbo al colapso”, explica Lara. Ese año las aguas de Guri bajaron hasta la cota 248 msnm (metros sobre el nivel del mar), suficiente para declararse en emergencia. Y era posible que en los primeros meses del siguiente descendiera hasta 240, con lo que el centro generador de 60% (hoy es 70%) de la electricidad que se consume en el país resultaría tremendamente afectado.

“Lo indicado era hacer racionamiento y arrancar una serie de acciones y soluciones estructurales para lo que venía. Pero ya desde noviembre de 2001 el Gobierno había adoptado una política de riesgo: no importaba en qué condiciones estuviera el sistema, la opción de racionar estaba negada. Era una forma de encubrir la crisis. Ese tipo de prácticas se convirtieron en rutina. Y esa política poco responsable es la verdadera causa de los grandes apagones que hemos tenido”.

Al menos Francisco Rangel Gómez y Álvaro Silva Calderón, entonces presidente de la CVG y ministro de Energía y Minas, respectivamente, ya habían escuchado la historia que les contaba el Opsis. Y tanto sabían que el 21 de marzo de 2001, el propio Rangel Gómez le advirtió a Jorge Giordani que el despacho de Planificación y Desarrollo debía tomar en cuenta el eventual déficit en la producción de energía.

En comunicación escrita el presidente de CVG le explicó a Giordani sobre “elevados niveles de riesgo” en este aspecto para 2002 y 2003 y le expresaba su preocupación por los retrasos en “los programas de mantenimiento, recuperación y repotenciación del parque de generación térmico” que debía incrementar su potencial para suplir cualquier falla en el sistema hidroeléctrico.

Y dijo: “Todo indica que hay una alta probabilidad de que se presenten racionamientos adjudicables a la insuficiencia del parque de generación, algo que ya se había superado desde la década de los años 60”.

Evidencias de que todo el “alto gobierno” estaba al tanto del riesgo inminente hay muchas. Incluso en junio de 2002 el comité ejecutivo de Opsis envió un informe a los despachos de Rangel -a la cabeza de la comisión presidencial encargada de afrontar la crisis-, Silva Calderón, Tobías Nóbrega, Ramón Rosales, Alí Rodríguez Araque, Francisco Rangel Gómez y Nervis Villalobos insistiendo en la necesidad de tomar medidas que, en líneas generales, tenían que ver con concluir las obras iniciadas, ampliar la capacidad, descentralizar el sector, cobrar las deudas del propio Estado con las empresas eléctricas, combatir el robo de energía y desarrollar acciones y campañas de racionalización y ahorro energético .

Y nada de eso -o casi nada- se hizo. Hasta que vino el ejemplo que Cuba dio.

Volver, volver “Esta crisis estaba predicha desde 2003”, asevera Víctor Poleo, quien fue director general de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas entre 1999 y 2001: “Pero hay que agradecer al Gobierno que no ocurriera antes. Y me explico: gracias a que no se materializaron los proyectos anunciados de nuevas refinerías, de transporte masivo, ni las ciudades fabuladas de Guayana y gracias a que se redujo la actividad de las industrias básicas y el parque industrial en general cayó en cerca de 50%, la crisis eléctrica no llegó antes”.

Miguel Lara coincide, aunque sus cálculos eran un poco más optimistas: “Yo la esperaba entre 2010 y 2011. Pero sí, la crisis no es más grave porque esos grandes proyectos no se hicieron y por la reducción de actividad en las industrias básicas”.

Ambos afirman que en 1999 el escenario de crecimiento de la demanda era de entre 3,5% y 5%. Y, de hecho, entre 1998 y 2008 creció en 5 mil 497 megavatios mientras que la oferta instalada se incrementó en solo 3 mil 458 megavatios, lo que se traduce en una oferta real disponible de 2.420 megavatios, de los cuales, más de 405 corresponden -en el papel- a generación distribuida.

Esa es la esencia de la receta cubana. En el Aló Presidente del 21 de septiembre de 2008, el propio Chávez contó que fue Fidel Castro quien le hizo ver la luz del camino a la revolución energética: se trata, en primera fase, de centrales de generación termoeléctrica que consisten en pequeñas plantas de 15 megavatios conectadas entre sí y que funcionan con diesel, uno de los combustibles más caros del mercado internacional.

“¿De dónde llegaron estas plantas?”, celebró Chávez en ese programa: “Ustedes no lo van a creer a lo mejor, de Cuba. Porque Fidel instaló a lo largo y ancho de Cuba cientos, miles de estas plantas, la revolución energética, él me la explicó con lujo de detalle”.

El asunto es claro: “Quiero agradecer a Fidel, que fue el primero que me habló de esto, ‘Chávez, mira’. Y luego hicimos el convenio. El convenio de todas estas plantas de generación distribuida, así se llama, que hoy estamos inaugurando una de ellas, son 21 en total, plantas, por aquí tenemos, para completar mil megavatios en todo el país”. La información oficial es que el día de hoy hay 28 unidades de generación distribuida en 22 poblados con capacidad de 405 megavatios.

Hay que entender que Castro también le explicó a Chávez el tema de los bombillos: “53 millones de bombillos. ¿De dónde llegaron esos bombillos? De Cuba, que Fidel tiene una fábrica allá, esa fue la fase primera, la residencial”.

El marco para este -y otros tantos- intercambios entre Cuba y Venezuela es el convenio de cooperación firmado el 30 de octubre del 2000, que fue ampliado el 14 de diciembre de 2004 y en el que ya se habla de tratos en materia de energía y hasta de uso de satélites. Esos enunciados de buena voluntad se concretan en negocios directos entre la Unión Nacional Eléctrica de Cuba y Cadafe a través de un contrato para el “desarrollo de la Infraestructura Eléctrica en Venezuela” que involucra una gruesa suma de millones de bolívares fuertes que los cubanos estarían por cobrar incluso sin supervisión de ejecución de los trabajos, de acuerdo a un documento que espera la firma de Corpoelec.

¿Cómo entender el panorama? “El Gobierno sabía lo que tenía que hacer y en lugar de eso, buscó a los cubanos”, señala Poleo: “Con esas planticas habaneras no se solucionará la crisis”. Ese mecanismo -que sí funciona en la Cuba rural- celebrado con alborozo por el Presidente es similar a lo que existía en la Venezuela del siglo XIX, antes de la creación de Cadafe en 1960.

ommedina@eluniversal.com

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